El síndrome del cambio de hora: otro negociete para los psicólogos
¡Marchando otro trauma para hacer negocio! Sí, los psicólogos, esos especialistas en querer saber de todo y no tener respuesta para nada, ya han encontrado otra mina de oro, otro filón para explotar, con la anuencia de los medios de comunicación que tampoco están libres de dar pábulo a tonterías diversas. Si ahora quiere usted dárselas de moderno y poder salir en los informativos de las televisiones abónese usted a decir que sufre el síndrome del cambio de hora y podrá disfrutar de unos segundos de gloria precedidos, claro está, de la opinión de una eminencia en ese terreno que tratará de convencer a la audiencia que todos sufrimos ese malestar por haber adelantado 60 minutos las manecillas del reloj.
Señores, de verdad, ya está bien de tratarnos como seres de una tribu centroafricana, como individuos que en vez de movernos por el razonamiento científicos nos quieren anclar a realidades vaporosas y virtuales, a mundos que, en realidad, no existen, no hay un gran trauma por cambiar la hora. De hecho, ¿se imaginan ustedes entonces lo alocados que deberían estar grandes hombres de negocio que dos veces en semana deben de cruzar el charco entre Madrid y Nueva York?
Convengamos, eso es evidente, que puede resultar molesto dormir una hora menos si uno entra a trabajar, pongamos el caso, a las cinco, a las seis o a las siete de la mañana. Sí, es cierto que podremos sentirnos algo más cansados, pero también es verdad que hay truquillos más que eficientes que no tienen nada que ver con la psicología. ¿Qué tal adelantar la hora de la cena el día anterior? Es una cuestión de ir adaptándose a los biorritmos biológicos. Y si no, un buen chute extra de café y a rendir espléndidamente. Lo que no es de recibo es hacer de este cambio de hora una oportunidad dorada para que charlatanes de tres al cuarto diserten como si estuviesen exponiendo una lección magistral ante los medios de comunicación.
El adelanto de hora ha venido produciéndose desde hace muchas décadas y hasta hace unos años nadie había hablado de traumas psicológicos tales como depresiones, irritabilidad, bajo rendimiento. ¡Qué no, que no cuela! Si tienen ustedes las consultas a medio llenar será por algo, precisamente porque la gente empieza a darse cuenta de que ustedes necesitan tener constantemente traumas que colocar y convencer de ellos al común de los mortales. La pena es que, y aquí los medios de comunicación tienen mucho que ver, al final siempre hay algún pardillo que cuela y traga, para regocijo de algún supuesto especialista que en la vida habría soñado con embolsarse 40-50 euros por oír a un mamarracho decir que está deprimido por el cambio de hora. Seguro que si estuviera en paro, no tendría motivos para gastarse la pasta en chorradas de esta índole.
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