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Desde mi escaño

El populismo de carcasa de Kichi, Colau, Carmena y compañia

Falta menos de un mes para las elecciones generales del 26 de junio de 2016 y un año después de que se celebrasen los comicios autonómicos y municipales ha quedado más que patente que en aquellos ayuntamientos donde están gobernando los que pomposamente llaman alcaldes del cambio no han dado sino muestras de un populismo de carcasa, grandilocuentes palabras, pero vacías en el fondo de contenido. Rascas ese barniz de populacherismo barato y lo que te encuentras es la nada más inmensa.

Para muestra, un botón. Cojamos al alcalde de Cádiz, José María González, ‘Kichi’. Este señor, que se las dio de Robin Hood durante la campaña electoral, prometiendo el oro y el moro a las personas más desfavorecidas de la Tacita de Plata, acabó por llegar a la alcaldía gracias a votos de ciudadanos que creyeron en su discurso y, por supuesto, al apoyo incondicional del PSOE para quitar de la poltrona a Teófila Martínez (PP). 365 días después, los afectados por desahucios, por cortes de agua, luz y gas han comprobado en sus carnes como no son ya bien visto por el primer edil podemita. Ya no mola eso de que vayan a los plenos a interrumpir a su excelencia chirigotera. Antes, cuando molestaban a la alcaldesa del Partido Popular, era la voz del pueblo la que hablaba y había que ser demócrata y dejar que chillasen en los plenos. Ahora el ‘Kichi, más casta que la casta, tira de policías municipales para desalojar a los molestos.

Tres cuartas partes de lo mismo sucede en Barcelona. Para la señora Ada Colau, los okupas, los inmigrantes y demás colectivos desamparados han dejado de servirle porque ya tiene lo que quería, el poder. Eso es una norma habitual en todos los políticos, vengan de la extracción que vengan, es colocarse en un mullido sillón de cuero repujado con una mesa de maderas nobles y un amplio despacho con secretario y jefe de prensa y ya no se acuerdan de cómo prometían lo imposible a los ciudadanos. Claro que en el caso de la alcaldesa de Barcelona el tiro le ha salido por la culata. Ha querido despreciar a los okupas, los ha intentado poner en su sitio y estos no sólo se le han revuelto, sino que encima se han encontrado con el apoyo de las CUP. Y claro, visto que puede perder su poltrona ha espetado que sean los vecinos del barrio de Gracia los que solventen el problema.

Y podíamos seguir con el Madrid de Carmena, La Coruña o Santiago de Compostela de Las Mareas, el alcalde engominado de Zaragoza porque en todos, sin excepción, se cumple la norma básica de haber disparado fuegos artificiales de populismo y cuando los ciudadanos han ido a reclamar lo suyo sólo se han encontrado con la carcasa, bastante quemada por cierto, pero cuando la han abierto sólo había cenizas de decepción, de promesas incumplidas y muchas esquirlas de sectarismo. Esa es la nueva política y los gobernantes del cambio…del cámbiate tú para ponerme yo, claro.

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