Demos gracias por la vida
A veces la vida depara momentos crudos que te marcan por completo. ¿Cuántas veces no habremos oído, leído o visto noticias sobre personas que, gozando aparentemente de una salud de hierro, acaban muriendo por culpa de un infarto? Seguro que decenas de veces lo habremos visto en los medios de comunicación y quizá no le prestamos la debida atención a ese tipo de sucesos.
Sin embargo, el cuento cambia radicalmente cuando en medio de una conferencia, una persona empieza a emitir unos sonidos similares a unos ronquidos, pero que no son tales, que es el inicio de un infarto que te deja prácticamente en el sitio. Verlo in situ impresiona. Te quedas impotente al ver como es imposible poder reanimar a esa persona y, a Dios gracias, que muchos de los asistentes en la sala estuvieron prestos y raudos a sacarlo de la sala, llevarlo a un hall y practicarle unos primeros masajes cardíacos hasta que llegaron los sanitarios. Parecía que el hombre recobraba el pulso, pero llegado al hospital, feneció.
Se trataba de Enrique Leal, un hombre de 67 años, que asistía como todos los días al curso ‘Prensa y Poder’, en el Colegio San Gabriel, en la localidad burgalesa de Aranda de Duero. De repente, en medio de la conferencia de la ministra de Agricultura, Isabel García Tejerina, al hombre le sobrevino el infarto e insisto en que la imagen de esa persona convulsionándose te deja paralizado e impotente. Podría decir que la vida no es justa, que es descorazonador observar que alguien que sólo quiere seguir completando su formación muere de esta manera. A uno sólo se le ocurre preguntar al aire ¿por qué? ¿por qué a él?
Lo único que sé es que presenciar esta muerte casi en directo, ya les digo que lamentablemente falleció pocas horas después en el hospital de Aranda de Duero, te hace replantearte muchas cosas, entre ellas la de que, seguramente, perdemos un valioso y precioso tiempo en vaguedades, en pelearnos con nuestros semejantes, en criticar en vez de construir, en no disfrutar de lo que tenemos sino ambicionar más y más cosas. ¿Para qué?
Tenemos que dar gracias a Dios o, para quien sea ateo, a quien sea, de lo que tenemos, de lo que somos. Aprovechemos nuestro tiempo, que está marcado con fecha de caducidad, y tratemos de ser felices, de desterrar codicias y envidias. Al final, unos y otros, ricos y pobres, felices e infelices acaban en el mismo sitio. Pero unos habrán disfrutado de una placentera vida y otros nunca habrán llegado a la felicidad porque se han pasado la vida buscando y ambicionando tener más que nadie.
Y desde aquí, mi más sentido pésame a la viuda y al resto de la familia de Enrique Leal. Descanse en paz.
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