La paliza de muerte a una niña de ocho años en Mallorca fuerza a cambiar la Ley del Menor
La Ley del Menor hay que cambiarla a la mayor urgencia posible. La brutal paliza de muerte dada a una niña de ocho años por parte de unos desgarbados chavales de entre 12 y 14 años tiene que ponernos sobre aviso de que la legislación en España en este tema, como en otros, está cogida auténticamente con pinzas y que aquí al criminal o al agresor se le da manga ancha al socaire de una normativa que le deja fuera del sistema penitenciario e incluso del reformatorio.
Los hechos, ya sobradamente conocidos por todos ustedes, se resumen en que una cría con sus tiernos ocho años les coge un balón a un grupo de doce alumnos y estos, con más años que ella y mayor fuerza física, decidieron emprenderla a golpes hasta romperle varias costillas, desprenderle un riñón y provocarle lesiones de toda índole, amén del trauma psicológico que ya le va a quedar para toda la vida.
Lo que en otros países más avanzados, Estados Unidos por ejemplo, supondría no sólo la expulsión del centro educativo de estos niñatos, amén de poder ser igualmente expuestos en el centro del patio y ser humillados de las formas más inimaginables para que el escarnio fuese público y notorio, aquí todo se limita a un lacónico ‘sentimos lo sucedido’, pero por un lado el centro, de momento, no parece que vaya a expulsar a esos estudiantes y, por el otro, desde el Ministerio del Interior se centran en tirar de leyes y afirmar que como los niños son menores no se les puede imputar. En cristiano, que si mañana quieren darle una nueva paliza a otra niña, tienen carta blanca.
Por eso, insisto, es necesario que se cambie de una vez por todas ya la Ley del Menor, que se endurezca y que quien la haga, que la pague. Estos ‘angelitos’, futuros maltratados, deben de estar encerrados en centros especiales y después, cuando cumplan la mayoría de edad, a la cárcel de cabeza. Aquí sólo nos hemos limitado a dotar de derechos a estos jovenzuelos, pero deberes ninguno y, por supuesto, el tema punitivo ni tocarlo. Es más, un padre le suelta una cachetada a su hijo, y éste le denuncia y al progenitor le cae cárcel o, cuando menos, orden de alejamiento. Así hemos conseguido que en vez de educar hijos, estemos generando a dictadores que terminarán por hacer bueno a Atila. En fin, España siglo XXI…
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