Ramón Espinar y los principios de Podemos: "Haced lo que diga, no lo que haga"
Esta es la izquierda que a mí tanto me gusta y me apasiona, esa corriente progre y coherente, esa ideología que no se doblega ante nada y ante nadie, esos representantes que se mantienen fieles a sus principios y que adoctrinan a la perfección a una masa a la que consideran aborregada, dócil y sin capacidad de discernir. Una vez conseguido el objetivo de hacer que millones de personas se muevan a su son, ellos entonces tiran bien lejos el manual del buen marxista y lo suplen por el catálogo de El Corte Inglés o por la guía del buen gourmet. Porque ellos son así.
Sí, señores, Podemos y sus podemitas no tienen dobleces. Ellos son una doblez en sí mismos. Capaces de vender unos argumentos sólidos como barras de hierro que, al menor golpe de calor, se tuercen y hasta se resquebrajan. ¡Pero qué más da! Lo importante es hallar a incautos que se traguen el anzuelo y que, cual estructura piramidal invisible, sean capaces de convencer a otros para la causa. Su estructura mental funciona como la de cualquier secta, no trates de convencerles no hacerles ver que sus dirigentes viven como opíparos capitalistas porque enseguida dirán que es un invento de la prensa rancia y fascista, un tinglado de los poderes fácticos para derribar al partido podemita de la carrera electoral y que nunca gobierne en España.
Fruto de esto es lo que publican este 7 de noviembre de 2016 varios medios de comunicación, que el ‘ejemplar’ Ramón Espinar era capaz de embaucar y embarcar a decenas de miles de personas en una manifestación para quejarse de que la juventud estaba aplastada ante un panorama sin curro y sin casa, pero él, por detrás, de tapadillo, vendía su flamante Vivienda de Protección Oficial en Alcobendas y se sacaba un beneficio de 30.000 euros brutos. A eso se le llama ‘respeto’ y ‘coherencia’ a las ideas.
Está más que demostrado que a los de Podemos les importa una verdadera higa insultar a la inteligencia de sus votantes. Ellos han conseguido lo que buscaban, aprovechar las desgracias sociales para, en una apariencia de preocuparse por lo que ellos llaman la gente, usar el drama de la vivienda o del empleo como un burdo caballo de Troya y colarse en las instituciones desde las que alguien como Ramón Espinar se atrevió a dar lecciones de moralidad sobre las viviendas sociales. ¿Qué él acabó dando el mismo pelotazo que criticaba en los demás? Eso es pecata minuta. Y desgraciadamente hay aún mucho incauto que se cree que los podemitas van a interesarse por su problema. ¡Que esperen sentados!
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