Día 3 del Camino de Santiago: de Caldas de Reis a Santiago de Compostela (y una sopresa)
Tercer y último día del Camino de Santiago Portugués. De nuevo etapa por encima de los 40 kilómetros, desde Caldas de Reis hasta arribar a la capital gallega. A las cinco de la mañana tocó empezar a darle vidilla a las piernas y nada más salir, la primera sorpresa, una fina, pero pertinaz lluvia que nos acompañó durante las dos horas y media iniciales antes de la primera pausa de la jornada en el núcleo de Valga.
A partir de ahí, parón en seco de la llovizna y hasta Padrón, un camino básicamente descendente, el tiempo fresquito y nublado, el ideal para poder disfrutar plenamente de la ruta. Sin embargo, entre Padrón e Iria Flavia, la cuna de nuestro insigne Nobel en Literatura Camilo José Cela, el sol hizo su aparición y lo hizo con bastante intensidad, tanto que según te ibas aproximando a Santiago, el astro rey iba brillando con muchísima más rabia, como si pretendiese dejar a algún peregrino derretido en pleno trayecto.
De hecho, desde Iria Flavia, el camino iba yendo en una constante ascensión, a veces imperceptible, pero cuando la ruta coincidía con la Nacional 550, la que conduce a Santiago, esas largas e inclinadas rectas empezaban a hacer mella y a pasar factura. En esos momentos, amén de empezar a tirar mucho más de líquido que el resto del camino, también se empezaban a cotizar a precio de oro los tramos de sombra, incluso para poder echarse un descansito.
Pero lo 'mejor' estaba por llegar, justo a la entrada de Santiago de Compostela y luego a la hora de hacer el último trámite para recibir la Compostela. Llegando a Milladoiro sólo faltaban ya seis kilómetros y terminado este núcleo ya sólo quedaban apenas cinco. De repente, mazazo en la moral del caminante, un pequeño desvío provisional y, posiblemente, un error en quien puso los hitos, el caso es que donde debía poner 5 kilómetros pasamos nuevamente a casi 8 km ¿cosas del desvío? Pues esos tres kilómetros resultaron mortales de necesidad, básicamente porque a esas alturas, deseando como estás de llegar al Obradoiro es como si te dieran un tremendo empujón.
Superado este contratiempo, llegó el segundo ya en la Oficia de Recepción del Peregrino. Tras casi dos horas de cola, cuando llega mi turno me toca en 'suerte' a un purista del Camino de Santiago que, directamente, me espeta en mi cara que era imposible que yo hubiese completado a pie los 117 kilómetros entre Tui y Santiago de Compostela, que bien debía haber tomado algún medio alternativo para salvar tal distancia.
Como en estos casos es mejor mantener la calma que cogerse un rebote (pero eso se lo sueltas a otro peregrino y la que te monta es parda), simplemente tiré de didáctica y le expliqué al ímprobo empleado que sería un poco absurdo por mi parte trampear porque, para empezar, no ejercí en ningún momento el derecho a quedarme en albergues a un precio simbólico o incluso gratis, que todas mis pernoctas fueron en hoteles y que además ya era la cuarta vez que hacía el Camino de Santiago. Al final se convenció y acabó por darme la Compostela, pero vamos que este Camino estuvo trufado de anécdotas y hasta última hora tenían que producirse.
Por lo demás, evidentemente, un placer inenarrable el llegar un año más a la Plaza del Obradoiro y disfrutar de una sensación tremenda. El hecho de poder arribar y contarlo es el mejor de los premios. Y aunque hoy el cuerpo está cansado, la mente ya empieza a pensar en la ruta para el año que viene. Mientras tanto, Bon Camiño.
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