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Desde mi escaño

Formas de pasar el 1 de enero

Formas de pasar el 1 de enero

¿Cuánto se ha gastado en la noche de fin de año o celebración del arranque de 2014? ¿Mucho, poco, ni lo uno ni lo otro? 31 de diciembre tras 31 de diciembre siempre surge la misma duda, la de qué hacer, si la de irse a quemar la noche y acabar perjudicado y perder literalmente el primer día del año tirado en la cama y con el riesgo de llegar al 2 de enero con pocas ganas de trabajar o bien dedicarse a preparar una fiesta más modesta en casa, con la tranquilidad de no tener que salir del hogar, de no gastarse un euro más de lo necesario, de no tener que pasar por el ‘atraco’ que cierto taxistas suelen perpetrar aprovechando la nocturnidad, la festividad y la nula atención de unos clientes más pendientes de la celebración que de otra cosa y que pagarán el triple una carrera que normalmente no cuesta más de 15 euros.

Por supuesto, tras superar el primer peaje, el de las ‘unidades libres’, queda el segundo Rubicón, el de desembolsar un pastón por entrar a una supuesta fiesta exclusiva en la que la promesa de la barra libre es un reclamo con mucho predicamento. Prometen los organizadores del sarao que las bebidas son primeras marcas, tanto nacional como internacional…pero cuando uno llega a su casa comprueba que, efectivamente, se trata de primeras marcas, pero de las que están al principio de la gran superficie, las marcas que no las conoce ni la madre del que las hizo. También prometen comida, sobre todo suculentos platos de embutido ibérico…pero lo único que acabas encontrando verdaderamente embutido es a una señorita de buen ver en un traje que está a punto de aflojársele todas las costuras.

Y si ha conseguido superar la odisea de la macrofiesta de alcohol de garrafón y escasez de comida y desea, antes de volver a su casa, acudir a una churrería, no sólo prepárese a recibir el penúltimo atraco (el último será el taxi de vuelta, a no ser que ya haya transporte público) a la hora de tomar unos churros o unas porras fritas con el aceite más pringoso posible y un chocolate más aguado que los whiskeys que haya ingerido en la discoteca de hace unos minutos.

No obstante, cada vez está más la opción inteligente, esa de quedarse tranquilamente en el calor del hogar, pero sin arriesgarse tampoco a seguir viendo la tele después de las campanadas, a no ser que en alguna cadena pusieran alguna buena película. Lo de la pública, TVE, fue un verdadero insulto a la inteligencia, con actuaciones mediocres y supuestos humoristas que de cada diez palabras, seis eran tacos o frases malsonantes. Pero en fin, eso son los efectos colaterales que se eliminan automáticamente a golpe de mando a distancia.

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