La necesidad del puerto de Granadilla
El puerto industrial de Granadilla, tras innumerables obstáculos salvados, empezará a ser una realidad palpable. Por fin, después de un largo periplo de zancadillas puestas especialmente por pseudoecologistas de tres al cuarto, la infraestructura podrá ejecutarse, una obra que era vital, pero no sólo para la economía de Tenerife, sino de todo el Archipiélago canario. El puerto de Santa Cruz de Tenerife, nos guste o no, se ha quedado pequeño y las ampliaciones que algunos grupos de presión reclaman no son viables, sobre todo por el amplio desembolso pecuniario que habría que realizar y, aun así, tampoco se garantiza que se pueda disponer de un recinto portuario de primer orden en el que conviva el tráfico de pasajeros y turistas con el embarque y desembarco de mercancías.
Canarias ha esperado muchos años por esta instalación en el sur de Tenerife, pero quienes debían de tomar las decisiones, los políticos, se arrugaban invariablemente ante las algaradas de los ecologistas postizos, esos mismos que luego van con potentes cochazos por toda la isla y que pasan tres cuartos de usar el transporte público. Sinceramente, desconozco que perjuicios o beneficios nos puede deparar la destrucción o conservación de unos sebadales y de unos líquenes, pero resulta cuando menos curioso que durante muchos años no ha preocupado esa cuestión y, justo cuando se estaba a pocos meses de comenzar los trabajos en Granadilla, se organizaron una serie de grupos y políticos con visión muy corta y unidireccional para echar abajo el proyecto (y a punto estuvieron de lograr su propósito).
Sin embargo, la razón y la necesidad de la construcción del puerto de Granadilla han sido argumentos más que suficientes para borrar de un plumazo las artimañas de los miembros de Ben Magec, Greenpeace y otras asociaciones paralelas. La situación económica por la que atraviesan las Islas en este momento es sumamente delicada. Tenemos 216.000 desempleados en el Archipiélago y si frenamos iniciativas como la de este puerto es cerrarnos puertas de desarrollo. Y en este caso no vale el argumento de que la ejecución de obras es pan para hoy y hambre para mañana. Cuando esta instalación esté finalizada, se abre un panorama de contrataciones muy atractivo. La actividad que se generará en esa zona no sólo beneficiará a esa comarca. Todo el Archipiélago comprobará es vital contar con este punto portuario para el tráfico industrial, lo que además conlleva que Santa Cruz pueda, de una vez por todas, reciclarse en un puerto para el tráfico de pasajeros, sobre todo turistas, y que la capital pueda volver a disfrutar del mar como antaño.
Eso sí, la dirección de Coalición Canaria debe estar vigilante ante los movimientos de la alcaldesa granadillera que, pese a ser del mismo partido, ha intentado, por activa y por pasiva, torpedear esta instalación. Y es que, claro está, hay alianzas que no tienen sentido y coaligarse para gobernar con Alternativa Sí se puede provoca que se actúe torpemente y se vaya contra los intereses generales de toda una isla y de toda una comunidad autónoma.
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