Ibarretxe le hace el juego a ETA
El aún presidente en funciones (más bien en disfunciones mentales) del País Vasco, Juan José Ibarretxe, se está dedicando a hacerle el juego a la banda terrorista ETA. Su pataleta por tener que dejar el sillón, pese a haber ganado las elecciones, pero no con la mayoría suficiente, está llegando a extremos que, por un lado, pudieran parecer pueriles, pero, analizado ese cabreo de manera más detenida, nada tiene de superficial. Todo lo contrario, encierra bastante ira, máxime porque ya no puede llevar a cabo el plan secesionista que le habían encargado los etarras.
El pasado domingo, en la celebración del día de la Patria Vasca, el señor Ibarretxe se dedicó a escenificar lo que serán los siguientes años de gobierno PSOE-PP, un período de frentismo, de confrontación. Vamos, le faltó decir que vayan preparándose los socialistas y los populares porque desde el mismo momento en el que se produzca la investidura de Patxi López la que le pueden montar los chicos de la gasolina y de la Goma 2, amén del tiro en la nuca, va a ser 'pequeña'.
Obviamente, los ánimos del aún lehendakari han provocado el efecto deseado, que sea la banda de criminales la que salga a escena, con renovados ánimos, a anunciar acciones y movilizaciones o, dicho en cristiano, que empiecen a temblar los políticos del llamado bloque constitucionalista porque no les van a dejar en paz ni un solo día, lo que deja bien a las claras cuál es la idea de democracia que tienen, ya no sólo estos desgraciados de ETA y su brazo político, sino el propio entorno nacionalista. A Juan José Ibarretxe nunca le ha interesado el fin de la banda terrorista. Sus discursos, sus declaraciones siempre han nadado en la ambigüedad, en poner una vela a Dios y otra al diablo, como lo han hecho siempre otros presidentes vascos como Garaicoechea o Ardanza. A ellos siempre les ha venido bien que los etarras pusieran bombas y ellos recoger los frutos en forma de votos.
Sin embargo, la población vasca ha empezado a curarse de la ceguera. Está harta de que el PNV siga con una línea tan difusa, sin comprometerse a nada. Su intento de referéndum independentista era una vía clara de lo que quería lograr, de acuerdo que sin armas ni bombas de por medio, pero a sabiendas de que si los ciudadanos le hubieran dado la espalda a su consulta, seguramente el siguiente paso era la lucha callejera hasta forzar esa separación definitiva. Si de verdad hubiera ganas de independencia, tengan por seguro que el pueblo hubiese respaldado mayoritariamente la opción nacionalista. Las urnas han hablado y, salvo que la ETA lo impida, los vascos tendrán, como mínimo, cuatro años de gobierno constitucionalista.
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Lewis Rogers -
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