Arona apuesta por la calidad de sus playas
Una ordenanza del Ayuntamiento de Arona prohibirá fumar, consumir alcohol o realizar mastodónticas figuras de arena en todas las playas del municipio por considerar que se está causando un elevado índice de contaminación en las zonas de baño y esto resulta preocupante para los usuarios y para la conservación del medio, según apuntaba este pasado lunes a varios medios de comunicación el responsable local de Medio Ambiente, Antonio Sosa. Esta ordenanza, donde se integran hasta 34 puntos de indudable interés turístico, está destinada a regular y mejorar los espacios públicos en la zona turística. Probablemente, el 30 de abril será aprobada en pleno, aunque luego habrá un período de un mes para las pertinentes alegaciones. Para mí, el Consistorio sureño acierta plenamente al intentar liquidar de raíz un problema que lleva produciéndose en toda la costa tinerfeña (y en el resto del litoral canario, balear y peninsular, todo hay que decirlo), pero ha tenido que esperar a que la situación se pusiera prácticamente insoportable para actuar de una manera contundente y radical.
Desgraciadamente, no todo el mundo verá con buenos ojos esta propuesta. Seguramente, saldrán los talibanes de turno a reclamar que se están coartando y cortando sus libertades individuales. Pero ante esas voces críticas que saldrán a la superficie más pronto o más tarde, el Ayuntamiento de Arona ya tiene una respuesta, que será la habilitación de lugares concretos donde se pueda beber, fumar o hacer grandes castillos de arena, aunque nunca se permitirá que aquellos recintos se conviertan en una especie de vertedero, sino que habrá que mantenerlos impolutos, al igual que se hará con el resto de las zonas de baño. Se trata, en definitiva, de apostar por la calidad, aunque ello conlleve tener que renunciar a ciertos placeres que, no nos pongamos ahora con remilgos, tampoco se han sabido disfrutar en su justa medida y sólo han servido para estropear el entorno.
Por supuesto, no todo el mundo habrá actuado de manera inconsciente. Hay muchos turistas y gente de la zona que siempre se habrán comportado como ciudadanos de pro, cumpliendo a rajatabla todas las recomendaciones que se han hecho hasta la fecha para mantener los espacios limpios y perfectamente conservados. Posiblemente sea a estos a los que más se perjudique, pero también serán los primeros en aplaudir una medida necesaria para evitar que se degraden las zonas de baño. Ni que decir tiene la necesidad imperiosa de tener que ofrecer a los visitantes la mejor imagen posible. El turismo en Canarias está atravesando una época de crisis y quienes apuestan por pasar sus vacaciones en el sur de Tenerife esperan encontrar, aparte de sol y playa, calidad.
Todos hemos paseado por las playas de Arona, la de Los Cristianos, la de Las Vistas o la del Camisón, tres de las más concurridas, y sabemos como en determinadas fechas, fines de semana, festivos, etcétera, quedaban al término de la jornada. Aquello parecía un auténtico estercolero de botellas (muchas de ellas rotas), colillas o sobras de comida. El ingente trabajo que debían hacer los operarios para que al día siguiente el recinto estuviera presentable no resultaba siempre eficiente, dado que por mucho que se pasara la máquina de limpieza por toda la superficie playera siempre aparecían restos de cualquier porquería. A nadie, desde luego, le podía resultar agradable colocar al día siguiente su toalla y toparse, del golpe y porrazo, con un 'regalito' debajo de su metro cuadrado de reposo. Nos guste o no, eso provocaba sobre la marcha una mala imagen que podría multiplicar sus devastadores efectos cuando el turista regresara a su ciudad o país de origen.
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Lewis Rogers -