Obama y sus promesas
La progresía amante del señor Obama, a la sazón flamante presidente de los Estados Unidos de América, ya tiene motivos para empezar a preocuparse y ver que esa esperanza 'blanca o negra' que llegaba al poder empieza a fallarles desde el principio. De hecho, sus primeras promesas sobre un cierre inmediato de bases torturadoras como las de Guantanamo se pueden quedar en aguas de borrajas. El nuevo inquilino de la Casa Blanca creyó que le habían dado un cheque en blanco como a Zapatero en su momento para hacer y deshacer a su antojo, pero una cosa es que el pueblo estuviera hasta la coronilla de los desmanes de Bush hijo y otra bien distinta que los poderosos en la sombra le dejasen mangonear a sus anchas. Al final, como diría mi colega Lewis Rogers, todos los presidentes, prácticamente sin excepción, son iguales. Hay cuestiones que son sagradas y que no se pueden tocar ni cambiar bajo ninguna circunstancia. El poder militar en los USA es lo suficientemente potente como para frenarle los pies a un mandatario, aunque haya tenido el impacto mediático de Obama, y, por tanto, sus decisiones deberán estar aprobadas por los estamentos correspondientes.
De todas maneras, ya no sólo es la cuestión de meterle mano a las cárceles militares lo que me lleva a reflexionar sobre los primeros meses de estancia del nuevo jefe del Ejecutivo estadounidense, sino también su carácter escasamente democrático y tolerante cuando se trata de personas que no le bailan el agua. Estos días hemos podido presenciar en todas las televisiones como un pastor de más de 70 años y otro ciudadano eran sacados por la fuerza de un acto público de Obama por el simple hecho de que protestaban pacíficamente en contra de la decisión del presidente de potenciar el aborto en los Estados Unidos. Pero, ¿no era este el señor del talante (otro igual que quien yo me sé) y que había llegado para hacer una nueva América? Pues ahí lo tienen, dialogante a tope, con pocas ideas y peores intenciones, al menos por lo que está dejando traslucir en sus primeros pasos. El efecto Obama, permítanme la comparación, viene siendo como aquel efecto Borrell o el efecto ZP, mucho gas al principio, pero después todo queda diluido. El nuevo yanqui de la Whitehouse se ha creído que puede gobernar a golpe de sacar conejos de la chistera, pero eso sale muy caro y, además, se acaban acabando las chisteras y los conejos.
En fin, al final Obama aplicará las recetas del antecesor, mantendrá abiertos los centros de tortura que tanto criticaba la progresía en este lado del océano, pero, sin embargo, no tendrá el menor recato en estropear las pocas cosas que funcionaban bien con la administración Bush. El hecho de apostar claramente por una política abortista delata a un mandatario que, al igual que sucede aquí, estoy convencido de que jamás permitiría a sus niñas, cuando ya tengan una edad madura, tomarse el sexo como algo trivial. Pero ya se sabe, una cosa es predicar y otra dar trigo. Obama ha predicado por aquí y por allá, pero sin embargo, a la hora de la verdad, se queda pegado en su poltrona y es incapaz de mantener sus principios, incluso los buenos como el cierre de Guantánamo.
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Máximo Medina -