¿Hoteles para adultos o educar mejor a los niños?
La polémica ya está en la calle. En España parece que, aunque tímidamente, empieza a surgir con cierta intensidad el fenómeno de los hoteles sólo para adultos, recintos turísticos que no admiten a menores de edad y así evitar las continuas quejas de algunos usuarios que veían como su tranquilidad se truncaba continuamente ante el corretear y gritar de los más pequeños a cualquier hora del día y en cualquier área del establecimiento en cuestión. Esta idea, como todas, la hemos importado y sólo habrá que esperar a ver cuánto tiempo tarda en calar a fondo en muchas de las regiones consideradas eminentemente turísticas.
De todas maneras, y entendiendo las peticiones de esas personas que no quieren ver pasar a su lado a una mesnada de niños por su hamaca, por su parcela de la piscina o por las mesas del restaurante, tampoco parece muy de recibo que empecemos a actuar como talibanes o fundamentalistas, entre otras razones porque todos hemos sido niños y, en mayor o menor medida, habremos dado la lata a nuestros mayores, pero ahora buscamos que los que vienen detrás nuestra se comporten como angelitos o, directamente, mejor prohibimos su presencia del alojamiento y Santas Pascuas, así problema solventado y tranquilidad garantizada.
Pero no, no se trata de eso, ni mucho menos. A lo que habría que ir es a la raíz del problema. Tal vez no se trate de un problema de la presencia de los tiernos infantes, sino que los padres no se olviden de sus obligaciones. Es evidente que los niños, más en vacaciones, tienen el nervio subido, corren, lo tocan todo, no paran quietos un momento, pero para eso están las figuras paterna y materna, para poner un alto en sus correrías y evitar que molesten al resto de clientes. Seguramente, de ese modo, la estancia en el hotel sería mucho más placentera y no habría que recurrir a esta fórmula de hoteles sólo para adultos. Es que, además, de prosperar la idea acabaríamos con aviones sólo para adultos, restaurantes, cines y hasta comunidades de vecinos sólo para las personas mayores. El problema, insisto, es mucho más sencillo, educar mejor a los niños y no despreocuparse de ellos tan fácilmente.
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Máximo Medina -