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Desde mi escaño

Reforzar la autoridad del profesor

Reforzar la autoridad del profesor

La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, ha vuelto a lanzar una de sus innovadoras propuestas con la idea de que, por ley, habrá que reforzar la autoridad del profesor en la aulas. Sí, aunque algunos puedan ver en esta medida un aroma rancio y con tintes cuasi franquistas, lo cierto es que hacía falta de una vez por todas que alguien de la clase política se tomase en serio la figura del maestro y que le dotase de determinados mecanismos para acabar de una vez por todas con el tremendo cachondeo que hoy en día se produce en los colegios y en los institutos. No hay más que ver las bajas que se producen por depresión en los centros escolares. Y es que quienes tienen el mando no son los profesores, sino alumnos con pocas ganas de aprender y sí muchas de armar jaleo y provocar que el curso pase entre suspensiones de lecciones diarias y bajas de los docentes para así, además, tratar de arañar un aprobado sin haber siquiera abierto los libros por el índice.

Hace algunos años, cuando el que suscribe estaba en el colegio y en el instituto, la figura del profesor resultaba un referente más de autoridad. Si en casa debías guardarle respeto a tus padres, en el centro educativo el maestro era poco menos que el sustituto de tus progenitores. Es decir, aunque estuvieras lejos de la vigilancia materna y paterna, no tenías oportunidad de chulearle o engañarle al maestro. Es más, una simple mala nota o cualquier actitud reprobable, por nimia que fuera, tenía una comunicación instantánea con la casa de tus padres. En otras palabras, que se te caía el pelo. Por eso, aunque fuese más por propia obligación de que había que sacar el curso limpio más que por la verdadera necesidad de dotarse de un tamiz cultural, uno se mataba por llegar limpio de polvo y paja a junio y así, al menos, tener unos meses de holganza (aunque fuese con un esfuerzo ímprobo en la recta final de la última evaluación).

Pero hoy, desgraciadamente, esto no es así. Las faltas de respetos hacia los docentes y los jefes de estudio son el pan nuestro de cada día, alentadas, eso sí, por determinados padres que piensan que sus hijos deben recibir el aprobado por el simple hecho de asistir al instituto (que no es lo mismo que estar en la clase, observen el matiz) y que, además, entienden que el docente no es nadie para enmendarle la plana a sus vástagos. En definitiva, al igual que lo estamos sufriendo con la ley del menor, en materia educativa también se ha pervertido peligrosamente el sistema de tal manera que ya es imposible imponer un correctivo a un alumno sin temer la airada reacción y visita de los padres quienes, como dije anteriormente, creen ciegamente que el solo hecho de matricular a sus hijos les da automáticamente el aprobado y que los notables o sobresalientes ya son una mera cuestión de empaparse los libros o atender las explicaciones del profesor.

Esperemos que la propuesta lanzada por Esperanza Aguirre adquiera un carácter nacional y no sólo se quede en una medida regional. Los profesores de toda España necesitan que la ley, que los políticos acudan a su rescate y les permitan imponer un cierto respeto en las aulas. Y no, no se trata de dar capones o reglazos a los estudiantes, nada de eso, pero sí la posibilidad de que los alumnos díscolos y malencarados puedan ser puestos de patitas en la calle cuando ya sean un caso perdido, algo que suele verse con cierta rapidez analizando su entorno familiar. Y es que hay padres que, dramáticamente, contribuyen a que sus niños adopten esas actitudes totalmente reprobables en las aulas.

2 comentarios

Máximo Medina -

Es lamentable que se tenga que llegar a estos extremos, pero parece del todo necesario. El profesor o el maestro, del que aprenden sus alumnos, debe estar revestido de una autoridad que no tiene por qué estar en ningún papel, pero cómo se habrán puesto las cosas como para tener que dictar una ley que les devuelva a su estatus de siempre. Todos los que hemos pasado por un aula sabemos que el profesor tiene la autoridad del enseñante, pero ha sido puesta en tela de juicio por los derechos que han adquirido los menores en muy poco tiempo. Es una prueba más de que el respeto se ha perdido en grandes enclaves de nuestro país y se vuelve necesario mantener un orden en todos los sentidos. Quizás los alumnos no sean de todo culpables de su mala educación, pero sí sus padres, que en muchos casos, por el trabajo, no ven a sus hijos sino un par de horas al día. Y, claro, volvemos al punto inicial de toda discusión: la familia. Si en el seno familiar no existe la autoridad cómo la va a haber en otros ámbitos de la vida, incluida la escolar.

Teresa Barrera Chinea -

Creo que ya era hora de que este tema se retomase, la cosa se dejo ir, y ya estamos en unos casos muy, pero muy problemáticos para muchos compañeros y compañeras que hasta en las aulas les han hecho llorar de la impotencia, ante la mala educación de los alumnos, y esto lo considero desde mi punto de vista un acoso a los educadores....