De la astracanada al surrealismo
Hace unos días me refería a la crisis del Alacrana y la prolongación en el tiempo del rescate de los marineros. Si en su momento definí la situación de astracanada, el devenir de los acontecimientos me hace ver que me quedé corto. De surrealismo hacia arriba, como mínimo, debe denominarse este affaire porque, desde luego, no se entiende que sea el propio Gobierno que estuviese detrás de la operación de captura de los dos piratas. Eso sí, ahora la pelea es entre los diferentes ministerios del Ejecutivo zapateril para averiguar quién tomó la última decisión. ¿Y eso qué más da? pregunto yo. Aquí lo único que importa, reitero, es la preservación de la vida de estos trabajadores del mar y que puedan regresar a sus casas sanos y salvos.
Evidentemente, lo que tendrá que aclararse fehacientemente, una vez se termine esta auténtica pesadilla, es quién o quiénes dieron la orden para que se produjese el ‘secuestro’ de los piratas y traerlos hasta la Audiencia Nacional. Y es que no entra en cabeza humana que con los rehenes en aguas somalíes, alguien en Defensa, en Exteriores o el ministerio que competa optase por la única solución que jamás se escogería en un contexto de este calado. Afortunadamente, todo hay que decirlo, menos mal que a los secuestradores del Alacrana sólo les interesa el botín que obtengan del rescate. En otro escenario, créanlo, no hubiesen dudado en empezar a pasar a cuchillo a todos y cada uno de los marineros del atunero.
Dicen que hay esperanzas de que en las próximas horas se resuelva el secuestro satisfactoriamente y que esos españoles apresados puedan regresar en breve a nuestro país, pero lo importante será que empiece a existir una política coherente por parte del Gobierno de España y que las acciones que se emprendan no sean producto de la decisión aislada de un departamento y que luego nadie quiera hacerse cargo de las responsabilidades derivadas de esta postura unilateral.
Estamos hablando, ténganlo claro, de vidas humanas. Sí, sé que pagar un rescate es dar carta blanca a nuevos secuestros, pero una vez hemos descubierto nuestras cartas, tal y como sucedió con el Playa de Bakio, habrá que resignarse a perder esta partida pero, al menos, que de cara al futuro pongamos los medios necesarios para evitar que nos vuelvan a coger en paños menores. A la larga será más rentable pagar por la seguridad a bordo de los pesqueros que tener que desembolsar una fuerte suma por un rescate, y encima con el riesgo que conlleva de que ese canje de personas por dinero no acabe todo lo bien que se desease.
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Máximo Medina -