Dictadura on-line
El Ministerio de Cultura se ha puesto por encima de cualquier otra obligación más perentoria la de echarle el cierre al Internet que hoy podemos conocer en España. La responsable de este departamento gubernamental, Ángeles González Sinde, pretende engañar a las asociaciones de internautas y a los responsables de blogs haciéndoles creer que no se va a ir contra el usuario particular, pero todos sabemos que al final quién pagará el pato será aquel que descargue una serie de contenidos que, lejos de reflejar un uso inmoral, pedófilo y pornográfico, represente una pérdida del porcentaje de beneficios de los artistas cejateros. Estos amantes de la progresía y el buenrollismo sólo se mosquean cuando se les toca su caja. La de los demás, por supuesto, es de la comunidad. Y el plus, para el salón, podrían rematar.
Lo preocupante del caso es que, según manifiesta un periodista poco sospechoso de no comulgar con los socialistas, Ignacio Escolar, los responsables de Cultura reconocen que les gustaría tener en España un servicio de la red de redes como el chino, donde se pueda controlar en todo momento los contenidos que descargamos o las páginas que visitamos. En definitiva, se busca por todos los medios que la información que veamos en Internet sea conocida en todo momento por una autoridad que, a su libre albedrío, puede bloquearnos tal o cual sitio web o, incluso, bloquearnos toda conexión a la red de redes. Sin duda, un paso atrás bastante importante, por no decir que crucial, hacia lo que significa un estado de libre derecho.
Por supuesto, quien suscribe está completamente de acuerdo en que exista una regulación a la hora de adentrarnos en este proceloso mar de la información, el ocio, la cultura y todo lo que uno pueda imaginar. Procede que se defienda a capa y espada la intimidad del menor, que se vigile sin cesar el tráfico de pornografía infantil o las redes que aprovechan estos adelantos para intentar entrar en nuestras cuentas corrientes o averiguar aspectos de nuestra vida que consideramos, ignorantemente, salvaguardados y protegidos de los ojos de personas algo más que simplemente curiosas. Pero por lo que no se puede pasar, ni tolerar, es que traten de tenernos controlados todos y cada uno de los pasos que vamos dando en la red.
Tenemos derecho a una intimidad a la hora de preservar nuestras búsquedas (siempre y cuando no atenten a los derechos fundamentales de las personas) y, por lo menos, a contar con un Internet en las mismas condiciones que en el resto de la Unión Europea, Canadá o los Estados Unidos. Sólo faltaba que tres décadas y pico después de muerto Franco vengan ahora estos herederos de los paladines de la libertad de expresión a hacer, precisamente, lo mismo que sufrieron durante muchos decenios sus padres. Si Sinde y compañía aman el pensamiento único, creo que en Cuba, Venezuela, China o esos países de la alianza de civilizaciones están buscando especialistas en la materia. Como diríamos en Canarias, coge la maleta y mándate a mudar, muchacha.
1 comentario
Máximo Medina -
P.D.: ¿Cómo es posible que los estadounidenses no hayan ideado una ley que evite las descargas ilegales? ¿Será porque no pueden?