En defensa del concepto Feliz Navidad
El año pasado ya tenía la oportunidad de escribir algo tal que así: “Venimos detectando en España una cierta aversión a pronunciar la palabra Navidad, como si con ello uno se librase de que le tilden de derecha, carcamal o retrógrado. Tarjetas navideñas, mensajes de móviles, etcétera, me llegan llenos de buenos propósitos, pero con el indeseable Felices Fiestas. Fiestas es un término muy grande, pero hay festejos y festejos. En sí, si me apuran, las navidades no son tanto un divertimento, sino la manera de revivir el nacimiento de Jesús o la adoración de los Reyes Magos”.
Desgraciadamente, la Navidad se ha convertido en una fecha de consumismo exacerbado, donde priman otros valores por encima de los tradicionales. Es más, si nos descuidamos, en unos años podemos asistir a la adoración de otros símbolos que poco o nada tienen que ver con nuestra civilización y contexto histórico-cultural. Por ejemplo, ya se están dando casos en centros escolares y universitarios donde no se desea una Feliz Navidad por el hecho de que hay alumnos de otras culturas. Eso, y dentro de poco que los alumnos dejen los zapatos por fuera del aula, que den la clase de rodillas y se paren las clases cinco minutos para rezar el Corán, ya puestos. Es más, ya estamos pudiendo comprobar como, por ejemplo, se quieren retirar de las aulas los crucifijos, pero en cambio sí se permite a una maestra dar clase con el velo puesto, ¿por qué?
No se trata, ni mucho menos, de desprestigiar el resto de religiones o creencias, pero sí de que se respete lo que siempre ha sido nuestro. España ha demostrado ser una nación tolerante con otros símbolos ajenos a su acervo cultural, algo que no sucede, por ejemplo, en el ámbito islámico. Pero la condescendencia y la convivencia no debe confundirse con relegar nuestros principios y someternos a lo que viene de fuera, especialmente cuando hablamos de movimientos religiosos que tienen mucho de autoritarios y escasamente respetuosos con las libertades de las personas.
España está perdiendo poco a poco sus creencias, pero lo malo no es la fuerza con la que puedan estar actuando otros movimientos religiosos o los grupos ateos. No, lo verdaderamente alarmante es que todo esto viene inducido por un Gobierno que ha dado carta blanca para acabar de una vez por todas con todo aquellos que signifique catolicismo, cristianismo, etcétera. Ahora todos se han lanzado como una jauría a reinterpretar el artículo 16 de la Constitución Española, el que habla sobre la religión y la libertad de culto, como si lo acabasen de descubrir. Sí, claro que pone que el Estado mantendrá relaciones con la Iglesia y con el resto de confesiones, pero es evidente que si la Santa Madre Iglesia está puesta en primer lugar será por algo, digo yo.
Así que, amigos lectores, desde aquí les invito, en la medida de lo posible, a que no se dejen llevar por el falso Felices Fiestas y utilicen siempre lo de Feliz Navidad. Fiestas, lo que se dice fiestas, las de San Fermín, por ejemplo o las que se marcaba Ronaldinho en el Barcelona en su etapa decadente, que se movía con más garbo en las discotecas más in de la Ciudad Condal que en el Camp Nou.
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Máximo Medina -