Un hereje en la Alcaldía de Logroño
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Evidentemente, cada persona es libre de tener sus confesiones religiosas, pero hay que tener especial cuidado cuando se está gobernando para todo un municipio, una localidad, Logroño, que votó en casi el 50% al Partido Popular y que sólo por 42 votos se quedó fuera de la Alcaldía. Estoy convencido de que ese detalle del calendario no sólo ha enojado a los votantes conservadores, sino también a los propios electores socialistas y de esa formación regionalista. Desde luego, como dijo Federico Trillo en su momento, manda huevos que un alcalde que lleva como apellido Santos tenga esas inclinaciones mahometanas que, insisto, puede tenerlas y es perfectamente comprensible, pero no puede olvidar que gobierna para toda la ciudadanía, no para quienes le votaron y menos aún para aquellos que puedan tener esa devoción islámica.
De todas maneras, aunque muchos tratarán de elevar este hecho a la simple categoría de anécdota, el trasfondo de todo esto es muy serio y concuerda con la persecución del Gobierno de Zapatero a todo lo que huela a la religión católica, ¿o alguien ha olvidado lo acontecido recientemente con el tema de los crucifijos? ¿o la progresiva eliminación de la asignatura de Religión? ¿o el intento de paganizar todas las fiestas, tratando de evitar hablar de Navidad o de Semana Santa? Si hasta el Ministerio de Igualdad (de tonterías, claro) ha aprobado una subvención a una asociación feminista que va en contra del Vaticano.
Está claro que sobran los ejemplos sobre el escaso apego de determinados socialistas a lo que son nuestras tradiciones y para ello son capaces de interpretar torticeramente el artículo 16 sobre la libertad religiosa y de culto; porque, miren ustedes, si bien es verdad que el Estado mantendrá relaciones con todas las confesiones, no menos cierto es que se nombra a la religión católica como primera y, de hecho, es la única que se nombra por sí misma, mientras que las demás se engloban en un bloque heterogéneo. De verdad, repito, un país que renuncia a sus principos y tradiciones está condenado a perder su identidad y mejor no pensar en la fuerza que pudieran adquirir esos grupos islámicos que habitan en España y que empiezan a percibir que sus creencias tienen mayor mimo y miramiento que la confesión que profesamos la gran mayoría.
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Miguel Torrentó -
Máximo Medina -