No, we can`t
El primer aniversario de Barck Obama al frente de la Presidencia de los Estados Unidos se ha convertido en el No, we can’t (No, no podemos), lejos del aquel Yes, we can (Sí, sí podemos). El aire fresco que el nuevo inquilino de la Casa Blanca parecía traer consigo no ha sido más que una leve ráfaga que ha servido para revolver aun más el supuesto desorden que este mandatario venía a resolver tras el paso de la administración Bush. Por lo pronto, después de 365 días en el poder, los norteamericanos tienen la constancia de que el jefe del Ejecutivo no es más que el timo del toco mocho, muy reluciente por fuera, pero por dentro, al menos en este primera cuarto del partido, muy vacío internamente y con pocas perspectivas de que la situación pueda revertir a corto o medio plazo. El gran problema en el que se halla metido la administración de Barack Obama se llama Afganistan. Las promesas sobre la desmantelación del contingente bélico en esa latitud del planeta ha ido dando paso a un mayor incremento de efectivos, hasta el punto que, incluso en la recepción del Premio Nóbel de la Paz (¡menuda contradicción!), el presidente estadounidense no tuvo el menor reparo en defender la necesidad de la guerra como argumento de peso para defender la paz y la estabilidad. Curiosamente, los cejateros norteamericanos, que también los hay, esos que también iban de "paz y amor y el plus pal salón", callan ahora como cobardes cuando hacían todo lo contrario en tiempos de Bush. Es decir, que en Estados Unidos como en España la querencia al cheque y a las prebendas presidenciales siguen teniendo su efecto sedante a la hora de dulcificar las críticas. Pero no sólo es el tema de la guerra y que Guantánamo, por ejemplo, siga abierto de par en par, sino que la política desarrollada por Obama ha dado un giro radical hacia el islamismo. No, no es que Estados Unidos ahora vaya a convertirse a un régimen mahometano, pero sí que ha habido cierta condescendencia por parte del nuevo huésped de la Casa Blanca y ese movimiento ha sido perfectamente aprovechado por los más extremistas para rehacerse y recobrar aspiraciones de liarla a lo grande en territorio yanqui. Por lo pronto, ya ha habido en estos últimos meses más intentonas de atentado en suelo estadounidense que desde los trágicos sucesos del 11 de septiembre de 2001. ¿Y el desempleo o la política de inmigración? Otros dos caballos de batalla que siguen dando quebraderos de cabeza a Obama. El primero de ellos porque sigue creciendo sin parar, cierto que no a las cotas que tenemos en España, pero hacía muchas décadas que el paro no alcanzaba niveles tan elevados. Y en cuanto a la regularización, nada de nada. Promesas, muchas promesas, pero al final los inmigrantes a la espera de obtener sus tarjetas verdes, las de residentes, ven como pasa el tiempo y no sólo es que no se arregle su situación, sino que en determinados casos se está incrementando la presión de los agentes de inmigración. Y si todo esto le da dolores de cabeza a Obama, mejor ni hablar de su reforma sanitaria, una medida que, con el disimulo de llevarla a los sectores menos pudientes, llevaba insertada la liberalización del aborto. En el Senado, donde encima ha perdido la llamada supermayoría, ya le han contestado que nones, máxime con esa propuesta de hacer el aborto una barra libre. A este paso, ni con toneladas de aspirina se le pasará esa jaqueca al presidente norteamericano. Y es que en los Estados Unidos, al contrario que en España, los efectos y los fuegos pirotécnicos entretienen en su justa medida, pero luego se quieren ver realidades, no vacuidades.
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Máximo Medina -