Dejadez y desidia municipal
Monotema, la resaca del temporal que ya se ha bautizado como el del 1-F. Al margen de los destrozos y molestias que ha causado la pertinaz lluvia, lo que más me preocupa, además con toda la sinceridad del mundo, es la situación por la que están atravesando esos vecinos que viven en Valle Tahodio o en los barrios altos de María Jiménez, muy en especial los del Valle Grande, Valle Brosque o Bizcocho, completamente aislados por la rotura de la única vía que permitía el acceso a esos núcleos. Lamentablemente fueron conejillos de Indias cuando la riada del 31 de marzo de 2002, pero ocho años después han visto como la historia se repite ante la dejadez municipal y la inconsciencia de aquellos que han visto en los cauces de los barrancos una suerte de vertedero que utilizan de forma indiscriminada y, por supuesto, luego sucede lo que sucede, amén de aquellos que proyectan obras variando el curso natural de estos mismos, pero el agua, guste o no, tiene la suficiente 'memoria' y reclama su espacio, no atiende a cambio de trayectos, sobre todo cuando baja a toda pastilla desde lo alto de las montañas o desde las zonas altas de la ciudad.
Son muchas las voces discrepantes que he tenido la oportunidad de escuchar sobre la conveniencia o no de tener que dar ayudas a esas personas que, en su momento, decidieron establecerse en zonas de este municipio que comportaban arriesgarse a sufrir los rigores de una eventual catástrofe natural. Sí, en condiciones normales, al menos quienes conozcan un poco el comportamiento cíclico de la climatología insular, no es recomendable, más bien es totalmente desaconsejable asentar la vivienda o cualquier otra propiedad justo en las laderas de los montes o a escasos metros de los cauces de los barrancos. Hasta ahí, evidentemente, debe primar el sentido común y evitar que la naturaleza pueda darnos un susto de los gordos. Pero esa inconsciencia no puede exonerar al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife de su parte alicuota de responsabilidad. Sí, porque a estos vecinos que ahora se las ven y se las desean para subsistir sin agua potable, sin apenas comida y sin nada de luz o teléfono, se les cobran religiosamente los impuestos que correspondan, a cambio de recibir unos infraservicios y de parchear superficialmente las carreteras cuando tocan elecciones. Después, si te he visto, no me acuerdo.
Uno, que es un amante del senderismo y que ha tenido la oportunidad de transitar por varios de estos núcleos, aún puede recordar como pasado el barrio de La Alegría, justo en la entrada de la vía que va hacia el Valle Tahodio, aún existe un cartel donde pomposamente se anunciaba el inicio de unas obras de reparación por los desperfectos que causó la tormenta del 31-M de 2002. Pues bien, en ocho años apenas se tocó un poco la vía, se pusieron unos metros de quitamiedos, pero de resto, el cauce del barranco siguió en pleno abandono, con residuos de todo tipo (hasta furgonetas) abandonadas a su suerte según iba uno acercándose a la presa y otra serie de disparates que daban que pensar si alguna vez volvíamos a sufrir un episodio meteorológico de estas magnitudes. La respuesta, a tenor de lo sucedido el lunes, ha sido de lo más clarificadora.
Por eso, sería visto con muy buenos ojos que la llamada Agencia de Protección del Medio Ambiente, perteneciente al Gobierno de Canarias, comenzase a sancionar a quien corresponda para evitar que se siga agravando el disparate de las construcciones donde Dios le da a entender a más de uno, así como el silencio cómplice de un Consistorio, el santacrucero, que ha consentido auténticas barrabasadas. Háganse una excursión desde el barrio de La Alegría, pasando por Valle Tahodio hasta llegar a Jardina, en lo que en su momento constituyó un camino Real, y verán la de violaciones a las normas medioambientales que se pueden encontrar. Daría para unas cuantas hojas en los periódicos y para llenar varios dossieres de procedimientos por la vía sancionadora, pero insisto en que la culpa no es de quien esté habitando, sino de la corporación que ha dado luz verde a la licencia de obras y que percibe regularmente el dinero de los impuestos.
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Máximo Medina -