Pasión rojiblanca
El Atlético de Madrid ha vivido su semana de pasión. Acostumbrados los aficionados como estamos a las malas noticias, a las derrotas contundentes o en el último minuto, en esta ocasión nos hemos podido llevar el doble alegrón, primero por clasificarnos después de diez años para la final de la Copa del Rey y, de postre, una victoria de calidad contra el Barcelona, además jugando a un gran nivel en la zona defensiva, que han supuesto tres puntos importantes para poner tierra de por medio con la parte delicada de la clasificación. Atrás quedan tantas decepciones vividas durante los pasados meses, pero que nadie se confunda, aún hay que agarrar seis o siete triunfos como mínimo para garantizar la permanencia y hacer menos sufrida la travesía por el desierto liguero a los seguidores. Europa queda lejos de cara al año que viene, vía Liga, pero no conviene perder esta inyección anímica, por si Mallorca, Deportivo o Getafe aflojan, incluso con la opción de lucirse a partir del jueves en la European League, una competición estorbo, pero que hay que jugarla. Lo que sí ha quedado demostrado es que este plantel, con sus carencias y todos los defectos del mundo, tiene más potencial que el que ha venido demostrando. Todos los atléticos tenemos la sensación de que los jugadores, empezando por el uruguayo Forlán, se han dedicado a sestear más de lo debido y a jugar cuando les ha dado la real gana. Aún podemos retener aquellas imágenes de un cuadro desarmado frente al Recreativo de Huelva en el Colombino y con un Quique Sánchez Flores acordándose de medio árbol genealógico de los susodichos. O qué decir de la patochada hace dos semanas ante el Málaga, 0-2. Sin embargo, la paciencia del míster ha servido para aislarse de los sonados y sonoros fracasos y si en el partido de ida te metían los onubenses tres goles a cero, pues nada, una semana después se revertía la pifia con un 5-1. Y si los malacitanos parecían el Chelsea hace 15 días, ayer, cierto que ante un Barcelona sin defensas, sólo Puyol y Milito, el Atlético de Madrid le inflingía la primera derrota en Liga al líder. Así es este cuadro colchonero, capaz de lo mejor y de lo peor, hoy toca el cielo con las yemas de las manos y mañana puede estar cayendo de cabeza en el mismísimo infierno. Resulta imposible explicar con lógica que significa ser del Atlético de Madrid, es algo que no se puede extrapolar a una fórmula matemática o a un silogismo lógico. No, ser rojiblanco madrileño es una forma de vida, una manera de saber vivir y levantarse ante los palos de la vida. Quienes profesamos esta especie de religión podemos dar fe y testimonio que nos podrán dar una y mil veces en las dos mejillas o macerarnos a golpes, pero que tengan bien claro que sabremos levantarnos. El Atleti, sin duda, es así, lo que pasa es que le gusta (creo yo) jugar demasiado en el filo de la navaja y muy cerca de la hoguera, aunque de vez en cuando la apuesta sale a la perfección, como esta pasada semana.
2 comentarios
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Lewis Rogers -
P.D.: Amigo Velarde las manos no tienen yemas, los dedos, sí. Con la EME...