Otra más del sectarismo zapateril
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha hecho gala, una vez más, de su particular sectarismo. Tras rechazar por activa y pasiva la invitación que se le hizo para asistir a tierras salmantinas, donde tuvo lugar el Congreso de las Víctimas del Terrorismo, aduciendo que la crisis le tenía absorbido todo el tiempo del mundo, ayer, curiosamente, encontró un hueco para reunir en la Moncloa a los representantes de la Academia del Cine y, de paso, también hacerse la foto con los ganadores de los premios Goya. Mucho teme el jefe del Ejecutivo que pueda estar perdiendo el apoyo de los cejateros cuando ha hecho la convocatoria de prisa y corriendo. Aun así, esos miedos no son infundados y uno de los socios fundadores del sindicato zetacejil, Luis Tosar, declinó ir a ver al presidente porque tenía cosas más importantes que hacer. Todo un aviso a navegantes, sin duda. Está claro que a nuestro presidente le trae al fresco lo que le pase a las víctimas del terrorismo, entre otras razones de peso, porque no le suponen un rédito electoral. Su cálculo se basa en un axioma muy sencillo, si rodearse de los artistas le va a reportar más apoyos en las urnas que acudir a un congreso como el celebrado en Salamanca, evidentemente, ZP se decanta por lo primero. Además, la verdad sea dicha, también se ahorra las críticas y los abucheos que muchos de los asistentes le hubieran dedicado por sus constantes vacilaciones durante gran parte de la anterior legislatura y las informaciones que están saliendo en ésta sobre el llamado ‘caso Faisán’. Resulta obvio decir que ZParo no puede dejar en el olvido a un colectivo tan esencial para sus fines como es el de los artistas. La deserción de Luis Tosar, aunque parezca una simpleza, puede significar el comienzo de un desencuentro entre el Gobierno y uno de los sectores que, hasta el momento, ha apoyado ciegamente al mandatario socialista. De todas maneras, para tranquilidad de ZP, también hay que aclarar que el amor y el cariño de estos artistoides, así como el de los sindicatos, se reconquista de forma muy sencilla, con las cuantiosas subvenciones que se preparan cuidadosamente en la cocina monclovita. El problema es que el ingrediente económico lo pagamos entre todos los ciudadanos, para variar, y el favor sólo es unos pocos, los de casi siempre. ZP siempre ha tenido un olfato muy fino para elegir sus compañeros de viaje, pero esos ‘amigos’ no son de balde, sino que reclaman su parné. Aquellas manifestaciones al albur del chapapote o de la guerra de Irak le proporcionaron al entonces candidato un caudal de votos interesante y que fueron decisivos tras el 11-M. Sin embargo, ese apoyo, insisto, no es gratuito y en cuanto al jefe del Ejecutivo se le olvida quiénes le ayudaron a auparse en el poder, rápidamente alguien le recuerda que firmó algo más que una factura a plazo. Las adhesiones logradas por este presidente son una auténtica hipoteca que, dada la voracidad de los artistas (sin contar con la de los sindicatos), tiene visos de prolongarse en el tiempo. No obstante, los españoles pueden intentar cancelar esa hipoteca o llevarla a otro banco que ofrezca mejores condiciones, aunque no parece que el Popular (entiéndase la ironía) garantice mejores réditos, al menos mientras siga al frente ese director gallego.
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Máximo Medina -