Recortes por la cara
La crisis, para que negarlo, está afectando duramente a todos los sectores que componen el cuerpo laboral y funcionarial en España. Por supuesto, los trabajadores del sector privado son quienes lo están pasando peor porque, al margen de que estamos hablando de cerca de cinco millones de desempleados, quienes aún tienen la fortuna de conservar su puesto, son conscientes de que su futuro pende de un hilo, de que igual una hora extra de menos que se haga hoy supone que mañana su silla esté ocupada por otra persona y que antes incluso de poner un pie en la empresa le espere en recepción la carta de despido. Es, sin duda, una gran hermano laboral en el que nadie gana, a excepción de una serie de empresarios que, con la excusa manida de que no ganan (sí que tienen beneficios, menos que otros años, pero el superávit no se puede ocultar), no hacen otra cosa que recortar derechos, salarios y todo lo que les venga en gana.
Sin embargo, lo más sorprendente de todo, es la decisión tomada por el Estado, concretamente por el Ministerio de la Presidencia, no sé si con la connivencia o anuencia del Economía y Hacienda, es que la crisis se ha instalado también en el cuerpo de funcionarios de la Administración General del Estado (AGE), concretamente en la hornada que se examinó entre septiembre de 2009 y finales de enero de 2010. La medida adoptada en Madrid para frenar el gasto ha sido la de recortar plazas una vez concluidas la pruebas selectivas que han tenido que superar los aspirantes. Como ejemplo, de 39 plazas de auxiliares administrativos de la AGE para la provincia de Santa Cruz de Tenerife, finalmente se decide dejarlas en 35, es decir que cuatro opositores que tal vez podrían haber entrado, ahora se quedan a las puertas y con una decepción de caballo, a no ser que, como debiera ser lógico, se pongan manos a la obra a meterle los pertinentes recursos a la Administración estatal.
Y es que, por si alguien en el Gobierno de España no se ha leído la Constitución (algo que tampoco parece muy complicado de imaginar, dado el nivel de determinados personajes que dirigen los designios del país), lo que nunca se puede hacer es dictar normas con carácter retroactivo si es para perjudicar, lo dice el artículo 9.3 de la Carta Magna. Dicho de otra manera, lo que no es de recibo es que se oferte un número determinado de plazas y luego, una vez han finalizado las pruebas, meter tijeretazo porque sí.
Desde luego, mal futuro le espera no sólo ya a los trabajadores por cuenta ajena, sino también a quienes deseen acceder a la hasta ahora segura Función Pública, máxime con un Ejecutivo que durante muchos años ha disparado con la pólvora heredada de unos sabrosos beneficios de la época del Partido Popular. Y no sólo es que hayan metido un tajo considerable en una oferta aprobada, sino que para este año la cosa pinta peor y cada vez son más los competidores por muchas menos plazas. Aunque claro, igual hay que reservar los millones para la penúltima ocurrencia de la señora ministra de Igualdad y su asignatura universitaria de Feminismo.
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Máximo Medina -