Desazón ante el crimen de Seseña
Una nueva desazón ronda como ave carroñera el aspecto más macabro de nuestra sociedad. La aparición del cadáver de la menor desaparecida en el pueblo toledano de Seseña ha reabierto, siempre según las primeras investigaciones en curso, el debate sobre la educación que están recibiendo los más pequeños. Todo está por confirmar y aún no se pueden levantar acusaciones sobre una de las posibles acusadas de haber propiciado la muerte de esta joven de apenas 13 años, pero resulta bastante escabroso pensar que alguien con dos años más pudiera haber tenido el valor de acabar así con la vida de otra chica. De ser ciertas las sospechas de la Policía y la Guardia Civil nos encontraríamos ante un nuevo caso de criminales adolescentes que, por mor de una legislación torticera, chapucera y que mantiene la happy hour para que el delincuente campe a sus anchas, se saben amparados por una Ley del Menor que apenas castiga sus acciones y, en todo caso, premia su intento de reinserción en la sociedad.
Lo cierto, le pese a quien le pese, es que nuestros menores de hoy en día están mucho más espabilados que los de hace, por ejemplo, 20 años, pero entiéndase ese término de estar más despiertos a la hora de cuestiones poco productivas y sí muy dañinas, en algunos casos con consecuencias irreversibles. A todo esto se ha llegado también por culpa de unos padres que no se han ocupado de sus hijos o, casi peor aún, que les han consentido toda clase de caprichos, vicios y demás peticiones descabelladas con tal de que no dieran la lata. Son este tipo de progenitores que creen absurdamente que el colegio está para que eduquen a sus pequeños, dando por hecho que no sólo les van a impartir matemáticas, lengua o ciencias, sino también modales. Así pasa lo que pasa con determinados profesores, que tienen que coger bajas por depresión al no poder controlar a una banda de auténticas termitas humanas.
Y claro, cuando la base falla, cuando en la casa no se ponen unas normas, unos límites, se hace lo que viene en gana o se contesta directamente a los padres, el siguiente paso es casi una obviedad, la de empezar a portarse de esa misma manera fuera de casa, a considerar que el resto de la sociedad son gente que molesta, que quien llame la atención a estos maleducados merece, como menos, ser insultado y, en el peor de los casos, agredido. Y si se portan así ya frente a un adulto, pero no digamos ante jovenzuelos de su misma edad. Les importa un pimiento la vida de los demás y ya tenemos en España varios casos similares a lo que puede ser el de Seseña. El Rafita, autor del asesinato de Sandra Palo o Miguel Carcaño, principal inculpado en la confesada muerte de Marta del Castillo, son unos adolescentes que, en su momento, aún no habían cumplido la mayoría de edad y, en el caso del primero, ya disfruta de libertad, se jacta de seguir delinquiendo y, de paso, se pasa por una cadena privada, previo pago, a contar sus hazañas. Esta es la sociedad que se nos viene encima y, lamentablemente, nadie parece querer enderezar este rumbo cada vez más errante.
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Jordan 6 -
Máximo Medina -