Tomadura de pelo parlamentaria
Los diputados del Parlamento de Canarias, al menos aquellos que suelen jugar a firmar el parte de asistencia y luego mandarse a mudar, han vuelto a demostrar que les importa muy poco (o nada) el deber y la obligación de servicio público al que se comprometieron cuando, por la vía de las urnas, fueron elegidos para desempeñar la labor de representación del pueblo canario. Sí, vale, puedo comprender que escuchar los plúmbeos argumentos de José Miguel González supone poner a prueba la paciencia más férrea, pero miren ustedes, a estos señores se les eligió por un proceso democrático, se llevan un excelente sueldo a final de mes y, por tanto, su deber es permanecer en el escaño durante las sesiones plenarias o las comisiones. Pero no, al parecer el truco radica en hacer como que van al hemiciclo y luego, sorprendentemente, cuando uno asiste al desarrollo del pleno, más de uno ha desaparecido de su sillón y, en el mejor de los casos, se hallan en sus despachos tramitando no sé qué asuntos. A otros, increíblemente, los podemos encontrar de compras en alguna conocida tienda o centro comercial. Total, arguyen, si no hay nada que votar, pues no vamos a estar recibiendo contaminación acústica en el salón cameral.
Fíjense que hasta el propio Antonio Castro, presidente del Parlamento de Canarias, tuvo que recordar a sus señorías el deber que tienen con la ciudadanía, que no se puede ofrecer esa estampa de un vacío casi sepulcral, que sólo son 60 los afortunados en todo el Archipiélago que pueden acceder a la representación autonómica, que los señores Santiago Pérez, Manuel Fernández o José Miguel Barragán, por ejemplo, no están ahí por su cara bonita, sino porque miles de personas decidieron dar su voto a la formación a la que representan y, por ende, deben devolver la confianza depositada en ellos. Sin embargo, eso parece que se las trae al pairo y día sí y día también nos encontramos con un hemiciclo desierto, con sólo los miembros de la Mesa, los portavoces de los grupos y, con un poco de suerte, alguno de los miembros del Gobierno.
Por supuesto, no estamos hablando de un mal endémico del Archipiélago. Esto lo hemos visto a nivel del Congreso de los Diputados y en otras asambleas legislativas autonómicas y supone exactamente la misma vergüenza y produce bochorno. Lo malo de todo es que quienes tienen que ponerse colorados, esos representantes de la soberanía nacional o autonómica, no sólo no se arrepienten de esos escaqueos constantes, sino que además se muestran orgullosos de acudir únicamente a las sesiones para darle al botón del sí, de no o la abstención. Para estos menesteres tan poco edificantes, sinceramente, mejor que se reduzca toda la clase parlamentaria a los cabezas de partido y que se les otorgue un voto ponderado en relación a los votos obtenidos en las urnas. De paso, nos ahorraríamos unas buenas pelas.
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Máximo Medina -