Pedigüeñismo empresarial
La erupción de un volcán en Islandia, de nombre sumamente impronunciable, al menos para los castellano-hablantes, ha provocado un auténtico caos en la aviación internacional, con especial incidencia en la mayor parte de Europa. Cierto es que se trata de una causa de fuerza mayor y que, por mucho que haya avanzado tecnológicamente este sector, aún hay cuestiones de la naturaleza que son imposibles de controlar. Sin embargo, lo que no puede convertirse la nube de humo y ceniza es en la excusa ideal para empezar a implantar expedientes de regulación de empleo en las compañías aéreas y, sobre todo, en los hoteles.
Y no se trata de un comentario al aire, sino que ya ha sido la propia patronal turística en Canarias la que ha alertado de que la crisis del volcán ha provocado pérdidas millonarias, anulaciones a porrillo y no sé qué otras calamidades más. Bien, nadie pone en tela de juicio que se ha vivido una situación complicada, que durante más de una semana no se ha podido operar con normalidad en los principales aeropuertos europeos y que, por ende, de ha visto también afectado el flujo con Asia y con América. Se ha tenido que aplazar, por ejemplo, una de las carreras del Mundial de Motociclismo, que se iba a celebrar este fin de semana en Japón, por la imposibilidad de llegar a tiempo. Pero también estamos de acuerdo en que esta circunstancia ha sido excepcional y pronto se volverán a recuperar estos sectores.
Lo que sucede, desgraciadamente, es que los empresarios del turismo, muy en especial en esta querida España, están a la que saltan en cuanto ven que quedan sin un pedazo del suculento pastel al que están acostumbrados a meterle mano a su libre albedrío. A mí me resulta hilarante que en las Islas los muñequitos del pim, pam, pum, en cuanto hay la menor crisis, sean los empleados de los hoteles y sectores agregados al sector servicios subordinado al turismo. Ya se han producido en los últimos meses bastantes expedientes de regulación de empleo, han cerrado establecimientos alojativos o se ha dejado en la indigencia y limbo laborales a varios recepcionistas, botones y camareros que, para no perder sus derechos, han malvivido durante mucho tiempo en las instalaciones de un conocido hotel del Puerto de la Cruz.
Esta crisis volcánica ha venido a revelar, una vez más, el preocupante sustrato que acompaña a quienes tienen las riendas de la economía turística en el Archipiélago canario y en el resto de España. Esa esencia es eminentemente cicatera, de no repartir ni medio céntimo en la época de vacas gordas y, en cambio, solicitar de sus empleados todos los esfuerzos para evitar cierres. Y ya está bien, creo yo, de maltratar a quienes tienen que prestarnos un servicio esencial, ¿o es que algunos creen que los hoteles, las playas o los restaurantes se mantienen impolutos y con cinco estrellas de calidad porque el dueño tiene una varita mágica? Está claro que no, pero el problema es que o no quieren verlo o hacen gala de una caradura impresionante.
2 comentarios
Máximo Medina -
Miguel T. -