La doble vara de medir de Pérez
La carrera política del secretario general de los socialistas canarios, José Miguel Pérez, puede ser tan efímera como la vida sexual de un mosquito. El también presidente del Cabildo de Gran Canaria se quiso tirar el pisto o el rollo (como dicen los jóvenes de hoy en día) con eso de que el Gobierno de Canarias tiene que acometer un adelgazamiento de su administración, que sobran dos consejerías y muchos altos cargos. Que diez departamentos autonómicos son demasiados y que lo que había que hacer era una especie de Magia Borrás y que, por arte de bibibirloque, cinco consejerías se refundían en tres. En términos cuantitativos y sonantes, los canarios se ahorrarían cinco millones de euros, cifra nada despreciable.
Sin embargo, dice el refrán que no sólo hay que predicar, sino también dar trigo, pero Pérez se tiró por la fórmula del haced lo que os digo, no lo que yo haga y por ahí le han pillado al amigo con el carrito del helado. Porque sí, porque podemos convenir en que las administraciones tienen muchos, demasiados cargos y que el dinero no nos lo regalan, pero es que el secretario general del PSOE tiene el Cabildo repleto de una tribu de asesores-aduladores que también le cuestan una pasta a los ciudadanos de Gran Canaria. Y eso por no hablar de los casi 35 millones de euros que lleva gastados el baranda en cuestiones suntuarias.
Lo cierto es que Pérez ha contribuido con torpeza supina a desviar el debate sobre el recorte de áreas en el Ejecutivo canario y digo que ha molestado y hasta obstruido esa labor porque, justamente, ha ido a meter la cuchara en un escenario en el que casi seguro que se iba a quemar dialécticamente. No digo que le falte razón al supuesto candidato del PSOE a las próximas elecciones regionales, pero antes de lanzar asertos como si no costara hay que mirar en casa propia, no vaya a ser que salga porquería de las alcobas.
Lo que sí resulta evidente, viendo todo este circo es que, ni siquiera en tiempos de crisis, el común de los políticos se puede comparar con el resto de la ciudadanía. Mientras nosotros hemos notado los efectos de la crisis sin anestesia, ellos, con su coloque (poder) garantizado vía urnas, marean hábilmente la perdiz para no perder un ápice de su parcela patrimonial. Lo malo es que cuando lleguen los comicios sufriremos de la misma desmemoria y que nuestro asombro, cabreo, enfado o indignación tienen fecha de caducidad y además, para más INRI, con efectos irreversibles.
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Luis Miguel Grandoso -