Las prisas son malas (y a veces mortales)
¿Se podía haber evitado la desgracia de trece muertos (de momento) en la estación de Castelldefels? Lamentablemente, poco o nada se podría haber hecho, más allá de que los implicados en este terrible accidente hubiesen aplicado lo que es de todo punto lógico, el sentido común. Quienes conocemos esta parte de la España mediterránea, sabemos que la Noche de San Juan concita a decenas de miles de personas en los puntos costeros y este pueblo cercano a Barcelona era un hervidero de jóvenes deseosos de pasar una mágica velada. Todo el mundo quería divertirse, pero luego nadie quería quedarse atascado en un paso subterráneo que no daba avío a tantos pasajeros y, claro está, las prisas y los nervios llevaron a un nutrido grupo a saltarse la desesperante cola en la que aguardaba el resto de la concurrencia para ir por un atajo, un camino que se convirtió en una trampa mortal, sobre todo porque cruzar una vía, aunque parezca algo sencillo, puede tener más trampas de las que uno espera en realidad.
En Canarias, por ejemplo, este problema no lo tenemos, aparentemente. Santa Cruz de Tenerife y La Laguna, desde hace tres años, cuentan con el llamado tranvía o metro ligero y ya se han producido diversos episodios de choques y hasta algún que otro atropello por imprudencia o despiste del afectado. Cierto es que aún nos cuesta digerir eso de que el último que ha llegado sea el que tenga todos los privilegios y prioridades de paso. A diario se repiten en Weyler, Taco, San Jerónimo o Campus Guajara las clásicas escenas del bocinazo del tranvía a aquellos pasajeros o transeúntes que se despistan y cruzan sin mirar, bien por las prisas o porque van enfrascados en amena conversación por el teléfono móvil.
Nos guste o no, hay unas normas de comportamiento que tenemos que seguir. De acuerdo que a ninguna de nosotros nos gusta una aglomeración y menos cuando estamos cansados de una noche de farra y que nos queda un trecho por regresar. Si a una pila de personas apiñadas en un pasadizo le unimos el hecho de que, seguramente, gran parte del trayecto habrá que hacerlo de pie, entonces la impaciencia gana terreno a la razón y se producen hechos de este calado. Por supuesto, el primer afectado debe ser el maquinista del tren que segó la vida de estas 13 personas, pero también es verdad que nadie estaría hoy hablando de esto si todos fuéramos conscientes de que a veces es mejor dejar pasar un tren y esperar por el siguiente (en todos los sentidos de la vida, no sólo en el literal).
2 comentarios
Miguel -
Máximo Medina -