Acomplejados de España
¿Existe complejo por parte de las autoridades de nuestro país a la hora de exhibir abiertamente la españolidad que, por otra parte, debería ser una cuestión fuera de toda discusión? Pues sí, empezando por el mismo presidente de Gobierno y ministro de Deportes ad hoc, José Luis Rodríguez Zapatero, quien parece que al final no irá a Sudáfrica alegando que debe preparar a conciencia el Debate sobre el Estado de la Nación que tendrá lugar esta semana que viene. Buena excusa, mr.president, pero no cuela. No es la primera vez que tiene usted una cita parlamentaria de este calado y no ha dudado en estar previamente en el extranjero, pero en fin, ¿qué vamos a pedir a estas alturas, verdad?
Lo cierto es que Zapatero ha demostrado tener una aversión terrible a todo lo que tenga que ver con España. Salvo la final del campeonato de Europa de baloncesto de 2007, que se celebró en suelo patrio, el inquilino de la Moncloa ha evitado convenientemente varios acontecimientos de primera línea. Y miren que a lo largo de los seis años de mandato ha habido oportunidades. Estuvo, que yo recuerde, en la final de la Eurocopa de 2008, pero nada más. Hemos tenido campeones de la Davis, del Giro, del Tour y, cuando no era por un motivo, era por otro. Eso sí, en su momento se buscó el cancamito para ir en mayo de 2009 a ver la final de la Champions entre el Barcelona y el Manchester, algo que no ha hecho con otros equipos como, por ejemplo, el Atlético de Madrid, que quedó campeón de la I Europa League.
El caso es que Zapatero no quiere incordiar a sus socios catalanes, los que le apoyan en Madrid y los que le apoyan en la Generalitat. Su ambigüedad le hace poner una vela a Dios u otra al diablo, pero a poco que nos descuidemos, le duplica o triplica la ofrenda a Satanás con tal de seguir en el machito. Gracias a sus amigos mediáticos, en España estamos hasta el mismo gorro de que la Selección Española sea llamada invariablemente La Roja. Incluso la Cope, tan católica y tan conservadora ella, ha caído en la trampa del arrastre social. Pues allá ellos, pero somos millones de personas las que no nos avergonzamos ni de llevar con orgullo la bandera ni de gritar a los cuatro vientos los goles de España y las hazañas de sus deportistas.
Esperemos que dentro de unas 45 horas (más o menos) podamos cantar y contar el triunfo de los jugadores de Vicente Del Bosque y que el nombre de España retumbe en cada rincón del planeta. Estoy convencido de que a estas alturas el pulpo Paul es más español que muchos de esos mediocres dirigentes políticos que no se atreven a pronunciar la palabra España.
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Máximo Medina -