Caraduras sindicales
Toxo y Méndez, Méndez y Toxo, tanto monta, monta tanto, protagonizaron ayer en Tenerife la verdadera ceremonia de la confusión, el tocomocho del sindicalismo más rancio, el que vive de, por y para las subvenciones del Estado. De ahí, amigos míos, que estos señores de CC.OO y UGT no se hayan atrevido a convocar una huelga general ya.
La fecha elegida es el 29 de septiembre y solapada con una jornada de movilizaciones a nivel europeo. Ahí, el sindicalismo que hay en el resto de la UE, más responsable, más concienciado que el mayoritario que padecemos por estos lares, ha venido a rescatar a los secretarios generales comisioneros y ugetistas. De no ser así, créanme, estos caraduras nunca hubiesen dado el paso de hacer una huelga general…y aún está por ver que la lleven a cabo.
Lo que sí que no se les puede negar a los señores Méndez y Toxo es que hacen gala de un cinismo a prueba de bombas. Tienen un rostro de hormigón y ni siquiera se inmutan cuando alguien les interpela en una rueda de prensa y les cuestiona que por qué no son valientes y hacen ya la huelga general. Pues no, ellos se mantienen impertérritos y precisan que ahora esa acción sindical no tiene sentido porque con las vacaciones se diluye, no tendría los efectos deseados.
Por eso, se van a septiembre, pero no los primeros días, ni en la primera quincena. Nada de eso, el 29…y porque aprovechan que el Pisuerga pasa por Valladolid (las movilizaciones europeas). Los euros monclovitas pesan mucho y no están por la labor de echarse a pelear con Zapatero y que éste les corte el grifo de la mamandurria.
Fíjense ustedes como está España, con casi cuatro millones de parados (aunque encima los sindicalistas tenían las cifras erradas y hablaron de 4,6 millones), con una reforma laboral que el Gobierno nos ha metido con calzador (por no decir con vaselina) y con un recorte brutal en las ayudas sociales, y llegan estos dos irresponsables y le piden a los trabajadores (y trabajadoras) que renuncien a un día de salario para ganar el futuro. Hay que echarle rostro, señor Méndez, ¿renunciará usted también a su sueldo? Me da que no, ¿verdad?
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Máximo Medina -