Blogia
Desde mi escaño

Termitas sobre ruedas

Termitas sobre ruedas

Santa Cruz de Tenerife viene sufriendo con especial virulencia desde hace algunos meses la llamada plaga de las termitas sobre ruedas. Se trata de comandos perfectamente organizados que destrozan todo el pavimento que encuentren a su paso. Las aceras temen la llegada de estos individuos, jovenzuelos y talluditos, que rompen con su fuerza todo lo que al resto de los ciudadanos nos cuesta un ojo y medio de la cara.

El problema, como casi siempre, lo encontramos en la pasividad de un Ayuntamiento que es incapaz de poner coto a estos destructores urbanos. Hace ya algunos años, recién inaugurado el Corte Inglés de Tres de Mayo, comenzaron a aparecer como hongos una serie de patinadores que, poco a poco, se hicieron con el dominio de una plaza anexa a este centro comercial. Lo que era un lugar para pasar una tarde apacible para las parejas, para los padres y los abuelos con sus hijos y nietos, se convirtió en el escenario del gamberrismo exacerbado. No sólo se conformaron con usurpar ese espacio a los santacruceros, es que lo llenaron de pintadas, además de dudoso gusto, amén de la guarrada visual que suponía para cada persona que transitaba por la zona.

Como nadie les puso coto, la pandilla terminator se plantó en los aledaños del Teatro Guimerá. La llamada Plaza de la Isla de la Madera (y no precisamente en honor a las tablas de los patinadores) se deterioró en poco tiempo. Ahí sí, gracias a las protestas vecinales, sobre todo porque no dejaban dormir a los habitantes de los edificios colindantes, se procedió a poner señales de prohibición expresa para patinar. Eso sí, tocó rascarse el bolsillo para adecentar de nuevo la zona.

El comando sobre ruedas se desplazó unos 300 metros, un poco antes de la plaza Weyler, para proseguir con su misión destructiva. Menos mal que, aprovechando las obras del barranco de Santos, al final el Ayuntamiento les habilitó un pequeño recinto para su actividad, aunque ahora limitada hasta las diez de la noche para que no interfieran el descanso de los vecinos.

Y claro, se cree el Consistorio que ya puesto un límite en esa zona puede echarse a la bartola. Su prohibición no parece afectar, por ejemplo, a los miles de ciudadanos que residen en torno a la plaza de Los Sabandeños. Aquí tienen que soportar el ruido de las tablas durante varias horas, a veces incluso por encima de la medianoche. Además, dicho sea de paso, este lugar no está habilitado para esa práctica ¿deportiva? Lo único que están consiguiendo estos gamberretes es cargarse las aceras y destrozar los nervios de los vecinos que no pueden conciliar el sueño.

¿Y la Policía Local? Ni caso. Las llamadas que se hacen a la comisaría que está en Tres de Mayo, a unos cientos de metros de esta plaza, son mecánicamente atendidas por un agente que responde la misma retahíla, "si hay alguna unidad libre, mandaremos un servicio". Por supuesto, que el comunicante espere de brazos cruzados, no viene ni Cristo. Otra cosa es cuando hay partido del CD Tenerife, entonces ya sólo faltaría hasta el concejal de Seguridad, Hilario Rodríguez, pero él, a buen seguro, estará cómodamente en el palco presenciando el encuentro, siempre y cuando no esté repartiendo piñazos y tonicazos a diestro y a siniestro, que todo es posible.

1 comentario

Máximo Medina -

Es rigurosamente cierto, con tanta calle para vehículos rodados y la otra mitad convertidas en peatonales, los niños, incluso jóvenes, no tienen donde jugar ni esparcirse y mucho menos socializarse. El consistorio (no sé por qué la gente suele ponerlo con mayúscula ya que está formado por gente pasajera, aunque en Santa Cruz hay algunos que llevan décadas) se lio a ejecutar obras deportivas a troche y moche, pero sin caer en la cuenta que no iban a ser utilizadas por la ciudadanía, sino, en el peor de los casos, por equipos de competición, federados y en la mayoría de los casos representando a Tenerife en su disciplina deportiva. Además, esos complejos deportivos cuestan un riñón en lo que a mantenimiento se refiere y de ahí que no haya lugar en la capital donde poder, simplemente, jugar sin necesidad de hacer deporte ni competir. Por eso, el 'comando de la tablas' se desplaza allá donde puede, aunque es verídico que por donde pasan causan sus estragos y algún que otro susto al llegar a una bocacalle y toparse con un coche o moto. El lugar habilitado junto al barranco es pequeño y todas las tarde está atestado de jóvenes, y otros no tan imberbes, para darle al monopatín. En la plaza Isla de la Madera me lo gocé en vivo y el número de protestas vecinales fue tal que la autoridad tuvo que intervenir. Recuerdo que situaron un cartel que indicaba: "Prohibido jugar con monopatines". Algún gracioso borró de la señal patines y se quedó en 'Prohibido jugar con mono'. Cabría elaborar una ordenanza municipal en ese sentido que regulase esta actividad de los patinadores, porque el disfrute de unos no puede convertirse en tormento puro y duro para otros. Aunque la desidia municipal es tal que...