No estaba muerto...
No estaba muerto, está tomando cañas. Lo que pasa es que la cogorza le ha durado dos meses, lo suficiente para que ligue un coma etílico en la competición regular y, de paso, tirase por encima del mantel la única Copa cardiosaludable a las primeras de cambio. Esta ha sido la trayectoria del Tenerife, embriagado del fracaso más absoluto hasta que alguien se ha dado cuenta de que podía caer irremisiblemente en el alcoholismo definitivo, el del descenso a Segunda B. Entonces sí que las ventas etílicas iban a incrementarse considerablemente en la isla.
La escuadra blanquiazul se acostumbró rápidamente a olvidar los fracasos acumulados. Cual perfecto borracho, los desatinos por esos campos de Dios (amén del suyo propio) iban cobrando una dimensión cada vez más peligrosa. De hecho, los efluvios vaporosos de las bebidas espirituosas iban haciendo mella en cierto sector de la canallesca deportiva de la isla que, pese a tener cinco derrotas acumuladas, aún iban haciéndole el juego a los vendehumos del Callejón del Combate hablando del ascenso. Menos mal que un tipo coherente como Nino tuvo que decir en una rueda de prensa que parecía de risa hablar de luchar por la Primera cuando aún ni siquiera se había logrado el primer punto.
Por supuesto, la victoria de ayer por la tarde es un primer paso para desengancharse del alcoholismo victimista, pero sólo es eso, un pequeño avance. Los blanquiazules tienen un largo trecho para salir del pozo y eso sólo se soluciona a base de tragos de realidad, con la claridad y la nitidez de la realidad. Tan cristalino como el agua. Lo peor que le puede pasar a este club es que se reenganche a los malos hábitos, algo tan sencillo como el de aquel drogadicto que no puede pasar sin su dosis diaria.
Esperemos que nadie se ponga a hacer ahora las cuentas del Gran Capitán. La permanencia se sitúa a cuatro puntos y ese es el reto a conseguir ahora y por lo que queda de temporada. Después, Dios y la Liga dirán. Pero un club que de 30 puntos sólo logra seis, no creo que pueda aspirar a mucho más. La racha del desenganche tendría que resultar tan sumamente espectacular que prácticamente el verbo perder ya no fuese conjugado en lo que queda de temporada. Y me da que eso va a ser imposible.
Por eso, seamos didácticos y realistas. Vayamos a por lo que es tangible, alcancemos el famoso campamento base que diría Martín Marrero y luego a ver hasta dónde alcanzan las fuerzas. Pero no hay que olvidar la realidad. Hoy, 1 de noviembre, el Tenerife es vigésimo primero, con seis puntos y a cuatro de la permanencia o, si lo quieren de otra manera, a cuatro puntos de evitar el descenso a la Segunda División B.
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Lewis Rogers -