Políticos caras y asesores caros
Una verdad como un templo. Esta mañana, después de salir de una tertulia radiofónica, me enchufé como oyente a la que mantiene los jueves mi amigo Gonzalo Castañeda con representantes del mundo de la política, gente menos conocida, pero no por ello con carencia de ideas, al contrario. Precisamente estamos hablando de personas que le ponen sentido común a lo que otros pretenden enredarlo de tal manera que parezca difícil. Pero la política sería sencilla con esas dosis de coherencia y de preparación. El mal de nuestras instituciones, coincido plenamente con lo que allí se dijo, es que sobran asesores. Mucho dinero para aconsejar y hasta decidir en el lugar de esa cara bonita del cartel electoral.
El ejemplo que ponía uno de los contertulios era fantástico. Imagínense en una empresa que a usted le dan un puesto de responsabilidad, tiene unas competencias atribuidas y con ellas debe manejarse. Pues bien, suponga ahora que le surge un problema y que, en vez de devanarse los sesos, se cuelga usted del teléfono y le pide ayuda a su superior. Éste, en un planteamiento lógico, le dirá: “Yo le estoy pagando para que busque soluciones, así que resuelva usted”.
Esto, trasladado al mundo de la política, es tan sencillo como el de ese concejal de Economía y Hacienda de un Ayuntamiento capitalino que no tiene ni papa de número y le ponen a 20 asesores para que le ayuden. Vamos a ver, ¿por qué se elige para un puesto a un iletrado, a un semi analfabeto funcional, al que se le paga una morterada, pero otra tanta debe ir a quien en realidad le saca el trabajo adelante?
Evidentemente, el problema se genera cuando el dinero es público y hay determinados políticos que no quieren entender que hay que cuidar hasta el último céntimo. En mi empresa no pondría a personas que no sepan ejecutar por su cuenta. Alguien que precise en todo momento mi ayuda para absolutamente todo no tendría más de cinco minutos de permanencia en el sillón.
El ciudadano tiene que saber que en más ocasiones de las deseadas se está pagando el doble o el triple por un servicio. Político inepto que ha sido puesto ahí por llevar el carné del partido en la boca y que, al no tener ni idea de lo que gestiona, tiene que tener un asesor que le resuelva las cuentas y, seguramente, un escriba que le detalle o le dé las pautas precisas para soltar el rollo en un pleno o en una rueda de prensa.
Como se exponía perfectamente también, es como ir a un hotel de cinco estrellas y que te atienda, con todos los respetos, un botones en prácticas. Pues mire usted, forme usted a esa persona, pero yo he pagado un fin de semana a razón de 1.500 euros y quiero que me presten un servicio adecuado. Si eso no pasa en el sector privado (al menos si se tiene cabeza), ¿por qué entonces sí pasa en la cosa pública? Obvio, porque lo segundo lo pagamos entre todos.
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Máximo Medina -