Ley del menor y del cachondeo mayor
¿Qué estamos haciendo mal en esta sociedad para que en las últimas semanas hayamos tenido constancia de las agresiones perpetradas por menores? Los modelos de conducta que se observan en esas deleznables series de televisión y lo que acontece en la vida real, con hechos delictivos que acaban en aguas de borrajas en los tribunales, están contribuyendo de manera decisiva a que nuestros jóvenes lleven a cabo acciones violentas a sabiendas de que no van a tener un severo correctivo. Ha pasado con el Rafita, el asesino confeso de Sandra Palo, o Miguel Carcaño, el supuesto autor de la muerte de Marta del Castillo y que aún sigue mofándose de los agentes cada vez que le preguntan dónde está el cuerpo de la joven sevillana.
Todos estos ejemplos son los que están provocando que cada día en las redacciones nos encontremos con sucesos tales como el del menor que apuñala a otro por el simple hecho de llamarle la atención por estar masturbándose en una calle de La Laguna o el joven que agredió a otro en el Intercambiador de Santa Cruz de Tenerife con un cuchillo de 15 centímetros de hoja. Lo peor de todo es que la detención de estos niños (porque en realidad no pasan de ser eso, unos meros pibitos) acabará como siempre, con su puesta en libertad y la citación a un juicio que, cuando se celebre (que ésa es otra), puede ser que tengan acumuladas unas decenas de delitos más.
Los progres que nos gobiernan en este país llamado España han sido los responsables de que la llamada Ley del Menor esté como esté, hecha unos zorros. Aquí pueden abortar las jóvenes con 16 años, acceder a la píldora del día después cualquiera que se lo proponga, pero en cambio esa supuesta madurez que nos quieren vender se topa con la realidad de la fecha de nacimiento que consta en el DNI cuando hay que aplicar la legislación. Entonces sí, para ser juzgados por el apuñalamiento y la muerte de una persona sí que son menores y, por tanto, no se les puede aplicar el castigo pertinente, tan sólo unos meses en el reformatorio y luego, cual Rafita, a seguir en la barra libre de la delincuencia.
Es deseable que el próximo Gobierno que tengamos en España aborde esta cuestión como una de las prioritarias. No podemos quedarnos impasibles ante hechos delictivos de tal calado. No se trata de copiar lo que sucede en ciertos estados de los EE.UU, donde incluso está contemplada la pena de muerte para los jóvenes que cometen asesinatos, pero sí que hay que conseguir que el que delinca no crea que tiene manga ancha o carta blanca para seguir cometiendo fechorías. Reformatorio mientras sea menor de edad y después, por supuesto, cárcel.
Por supuesto, hay que incidir también en el aspecto reeducativo y conseguir su integración normal en la sociedad, pero ante todo hay que darle la primacía necesaria a la severidad en la privación de libertad. En definitiva, que el que la haga, que la pague (aunque nunca se podrá restituir de ninguna manera la pérdida de una vida) y que realice trabajos en beneficio de la comunidad, que no se repitan los modelos del Rafita o de Miguel Carcaño.
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Máximo Medina -