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Desde mi escaño

Copas, trapos y bombones

Copas, trapos y bombones

Reza el buen precepto político que hay que mantenerse alejado de los despilfarros, que con el dinero público no se puede jugar y que los empleados al servicio de cualquier administración no están para el capricho del concejal, alcalde, consejero o ministro de turno. Es una manía y una costumbre demasiado manida la de creerse que el Bautista de marras es una especie de chico para todo y a veces se confunde el interés general con el particular, primando el último por encima del primero. Y claro, el trabajador calla y aguanta porque en ello le va el sueldo, pero cuando encima sus jefes (o jefas, en este caso) abusan de ellos, pues ya la paciencia como que tiene un límite y estallan.

Y esto mismo es lo que ha acontecido con el trío de la cordialidad, Elena Salgado, Bibiana Aído y María Teresa Fernández de la Vega, a las que sus chóferes han puesto de chúpate dómine con las instrucciones nada profesionales que han estado recibiendo durante mucho tiempo. Tenían que cumplimentar misiones para las que no estaban adscritos, cuestiones de índole personal de las señoras que, encima, ponían reparos cuando el encargo no estaba a gusto de consumidora.

La déspota ministra de Economía obligaba a su chófer (aunque éste lo haya querido desmentir) a una famosa pastelería de Madrid a por bombones. Los propietarios del local han reconocido que siempre venía un conductor del ministerio en nombre de la señora Salgado a recoger el dulce encargo. Y no es la única tarea que se le encomendaba. También fueron obligados a llevarle hasta la sede ministerial todo un probador de vestidos para la jefa del comando anticomida basura porque iba a salir entrevistada en Vanity Fair. En ese caso, hubo una negativa de todos los conductores.

Otra amante de tener a los chóferes a su libre disposición es Bibiana Aído. Esta jovencita, al igual que todos los de su generación, desea expandir su espíritu en medio de noches locas y bebidas espirituosas. Hasta ahí bien. Sin embargo, a la hora de volver a casa no hace como el resto de los mortales, coger un taxi o esperar pacientemente al famoso búho (líneas de buses nocturnos que conectan La Cibeles con todos los barrios de Madrid). No, no. La señora Aído se cuelga del teléfono móvil y hace venir (el nombre es una suposición) a Sebastián para que la lleve hasta su casa. No sé si también le pedirá que le haga masajes en sus cansados pies.

Y la tercera pata la conforma la ‘Fernando Alonso’, la ministra y vicepresidenta saliente, Mari Tere para los amigachos. Aquí la elementa, con un claro problema de puntualidad, obligaba a sus conductores a meterle caña al acelerador. Como si el vehículo fuese un Fórmula 1, al chófer que le tocase llevar a la señora De la Vega temblaba con sólo oír su nombre. Y es que las multas que más de uno se ha llevado por conducir a altas velocidades no han sido abonadas por quien encima dio la orden, sino por ellos mismos. Además, en este caso, la ministra se quedaba tan ancha en su asiento y después de la multa tenía la santa jeta de seguir exigiendo al conductor que le diese más gas al asunto.

1 comentario

Máximo Medina -

Lo único que sucede en los tres casos descritos es que los conductores no supieron ponerse en sus sitios, porque las ministras o vicepresidentas ya se ve que no. Si los empleados públicos se dedicasen a hacer la gestión para las que están contratados, otro gallo nos cantaría, porque no sólo se negarían a los caprichos de sus jefes/as, sino que lo harían con el convenio colectivo en la mano, si es que hay convenio colectivo en los conductores que trabajan para el Estado. Esta es una prueba más de que nuestros gobernantes no tienen conciencia real de quienes son y a la vez tampoco comulgan con lo establecido en la sociedad. Una cuestión de normas de urbanidad, ésas que se han perdido en décadas y décadas de autoridades que no parecen tener la menor educación. Y menos aún en el cargo.