El argumento Pepiño
España no tiene problemas. Para nada. Cinco millones de parados, subidas tarifarias por doquier, estado de alarma, situación económica al borde del caos más absoluto, pero nada señores, que en este bendito país tenemos que tolerar que un personaje de la talla de Elena Valenciano prohíba al PP referirse al ministro de Fomento como Pepiño. Esa es la verdadera preocupación de los socialistas, que hagan chanza de un apelativo que, curiosamente, siempre surgió de la acera progresista. Pero, evidentemente, ante la falta de argumentos que vender, hay que contraatacar con lo primero que se les ha venido a la cabeza. Y eso que no han debido estar muy atentos, porque también se refirió el señor Rajoy a la ministra de Defensa como la Chacón.
La astracanada anida desde hace mucho tiempo en Moncloa, Ferraz y en la bancada socialista del Congreso y del Senado. No hay criterio, tienen menos luces determinados dirigentes del PSOE que una patera en plena travesía nocturna. Si el tema del día es que el líder de la oposición llamó Pepino a don José Blanco es, sinceramente, de apaga y vámonos. Estamos hasta el cuello de problemas serios, reales y contundentes y nos vienen la señora Valenciano y el propio ministro de Fomento a ocupar la jornada del miércoles con una burrada tras otra. Lo que dije en un artículo anterior. Estos tipos piensan y se produce un cortocircuito. Normal que nos suban la luz.
España se merece un Gobierno no sólo que nos nos mienta, sino que además deje la frivolidad a un lado. No se puede estar jugando día tras día a la improvisación manifiesta, a creerte que el país es como el Quiminova y experimentar con nuestro presente, nuestro futuro y enmierdar nuestro pasado como si fuésemos cobayas. Zapatero se ha equivocado de profesión o de laboratorio. Aquí no somos ni franquistas, ni rojos, ni extremistas ni independentistas. La gran mayoría somos ciudadanos que deseamos vivir en una nación tolerante con la diversidad, pero agrupada en torno a una idea común, la de ser españoles y que nuestra nacionalidad sea una etiqueta de lujo allá donde vayamos.
Sin embargo, ser español, de cara a la opinión pública internacional, es ser ciudadano de un país donde tenemos a un presidente marioneta, incapaz de mantener sus preceptos ideológicos, vendido al nacionalismo más secesionista, plañidero y pedigüeño y que, a pesar de hundir España, sigue tan pirado como el capitán del Titánic. Lo malo que el rescate parece lejano, marzo de 2012. Para entonces, tal vez, muchos pasajeros ya han perecido ahogados. Pero nada, el problema de España es que al ministro lo llaman Pepino…¡¡¡qué pestiño!!!
1 comentario
Máximo Medina -
FELIZ AÑO 2011, aunque con estos precedentes y los que vendrán...