El placer de gozar el 1 de enero
¿Qué cosas podemos hacer el 1 de enero? Muchas, más de las que uno puede imaginar. Matarse en fiestas megacaras, con alcohol de garrafón, comida de dudosa calidad y llegar a casa con un gurruño estomacal rematado con ese chocolate aguachirri y unos churros que son un homenaje al colesterol provocan quedarte KO durante el primer día del año, amén de los efectos colaterales de una pantagruélica cena. Pero si usted es de los que tiene por norma enarbolar la bandera de la moderación, podrá gozar de maravillosas sensaciones desde que se levante hasta que se acueste.
Hace ya algún tiempo descubrí lo maravilloso que es levantarse un 1 de enero sobre las diez de la mañana y desayunar con el deleite que supone ver por televisión el concierto de Año Nuevo. Es una delicia para los sentidos, una obra de arte en todos los aspectos que vale mucho más que cualquier música ratonera que te puedan poner en el garito de turno al que acuden muchas personas porque, a cuenta de no sé que tradición, hay que estallarse 50 euros en una fiesta cutre, alquiler del chaqué o del esmoquin aparte.
Luego, aunque uno no es demasiado amante de los deportes de invierno, ya es tradicional asombrarse con las habilidades de los esquiadores que se aventuran a volar cuales Ícaros de hielo. Reconozco que jamás me pondría en su piel. Ya sólo ver la pista y la altura que les resta luego por salvar me pone taquicárdico, pero desde luego tiene un mérito impresionante el simple hecho de deslizarse cuesta abajo para llegar como auténticos campeones a la línea de meta.
Después, una vez cumplimentados los placeres músico-deportivos, un buen almuerzo para recibir en condiciones a 2011. Los que gustan de esas grandes cenas, a buen seguro, tendrán ración triple de Pepcid o de Eno, pero si en cambio ha abogado por las buenas costumbres, levantarse incluso de la cena de Nochevieja con un pelín de apetito, esa primera comida (también sin excesos) le sabrá de maravilla.
Y por la tarde, después de una merecida siesta, a recorrer las calles (ya algo más limpias y menos malolientes que a primera hora del día), a disfrutar de un terapéutico paseo que, de paso, le sirve para ayudar a rebajar esos pequeños excesos que, casi sin excepción, todos cometemos ante esos manjares que nos ponen delante.
En fin, que ante la tesitura de fiesta, 50 euros y perderme luego todo el 1 en la cama y con el estómago hecho un revoltijo o poder gozar de tantas actividades lúdicas sin negarme mi rato de ocio después de las campanadas, pero retirándome a una hora prudencial, me quedo con lo segundo, ¡qué duda cabe! sobre todo cuando habrá muchos locales donde la fumata puede ser impresionante para ‘celebrar’ que el infumable ZP quita uno de esos tantos derechos individuales y colectivos que tan amenazados están hoy en día por este Gobierno de progres de cartón y mucha trampa.
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Máximo Medina -