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Desde mi escaño

Prohibicionismo pijo-progre

Prohibicionismo pijo-progre

Una vez más, y no será la última, tengo que felicitar a mis amigos Gonzalo Castañeda y Carlos Abreu, de Radio Pulso, por la magnífica reflexión que hicieron ayer jueves sobre las actitudes prohibicionistas y contradictorias de este Gobierno revestido de progresía, pero que en su interior es más radical y sectario que cualquiera de esos dictadores caribeños que, en el fondo, aman con devoción. Mucho hablar de que la derecha produce un cáncer mortal a las libertades, pero los hechos demuestran que, en realidad, los únicos aniquiladores de los derechos más fundamentales de los ciudadanos son estos pijo-progres de trampa y cartón, unos advenedizos de tomo y lomo que han sabido montarse a la perfección en el euro.

Como señalaba a la perfección Carlos Abreu, este Ejecutivo no ha dejado en pie siquiera los crucifijos. Todo molesta, quieren igualarnos para tenernos perfectamente identificados a cada momento. Nos han institucionalizado lo que debemos comer, beber y sólo les falta que nos digan como tenemos que vestir (aunque ya se hizo un estudio con aquellas gilichorradas del cuerpo de pera, de campana y de no sé que otra cosa más para obligar a las firmas de moda a hacer sus creaciones bajo tres parámetros). De chiste, pero de los malos.

Y sobre el tabaco, el amigo Castañeda precisaba que la gran paradoja de este país es que la venta de la droga está prohibida y, por supuesto, más que penada por la ley, pero en cambio su consumo para fines particulares está permitido. En cambio, usted puede comprar cigarrillos, puros, picadura, pipas y lo que usted imagine hasta en el carrito más cochambroso, pero en cambio no se le ocurra fumar en plena vía pública a no sé cuantos metros de un colegio, de un centro sanitario y, sobre todo, en los locales de ocio y restauración (aunque el dueño haga la vista gorda) porque le pueden meter una denuncia.

Así nos va, queridos amigos. Nos tienen controlada toda nuestra vida, saben todo sobre nosotros, nos restringen las libertades, perjudican el progreso de los empresarios, pero ellos, en cambio, se dan la buena vida, despilfarran nuestros dinero en montón de naderías y encima como acaban dilapidando los dineros en vaya a saber qué cosas, después nos meten más recargos impositivos, recortes salariales y congelaciones diversas. Esta es la España del socialismo de Zapatero, incomestible, infumable y un trago más que amargo que parece que va a durar hasta marzo de 2012…si es que antes no sale un decreto donde ZP, cual Hugo Chávez, se perpetúe en el poder. Ganas no le faltarían, sin duda.

2 comentarios

Secun -

Ser progre-pijo requiere un gran sacrificio.
Renunciar a los placeres del lecho, sólo o en compañía de otros/as/tres, sota, caballo y rey, hojeando la Wikipedia hasta altas horas, para encontrar un tema que sacar a colación al día siguiente, es duro.
Peor todavía es despertarte sin sota, con una resaca de caballo y constatar que tus posibilidades de ser el rey de la tertulia se han esfumado puesto que no recuerdas nada...
completo en: medrocracia blogspot.com

Máximo Medina -

En los últimos años, en especial cuando la crisis financiera nos atacó brutalmente, la democracia española ha ido cayendo como sistema de convivencia. Y es que cuando los diferentes poderes del Estado, Ejecutivo, Legislativo, Judicial, se confunden mal vamos. El Ejecutivo tiene tomado el Legislativo y produce tal número de incongruencias a la hora de hacer leyes que resulta imposible frenar el desaguisado. Luego, los poderes judiciales podrían tumbar el asunto si no se atiene a las normas constitucionales y rara vez hay una sentencia que sea contraria al Gobierno y si la hay, caso del de Cataluña, no le hacen caso y santas pascuas. La izquierda se define como libertaria (hasta cierto punto que esto no es un anarquismo), solidaria y justa y puede que hasta los principios sean loables y dignos de ponerse en práctica. Pero entonces en España no manda un partido de izquierdas, porque prohíbe todo lo que puede y más (intervencionismo) rompe la solidaridad a la hora de legislar contra las clases menos pudientes y por último es injusta, porque determinados poderes fácticos y contrarios a la izquierda son poco menos que intocables. Eso sí, los recargos impositivos se han acabado, de momento, porque ya no tienen a quien cobrar o son muy pocos.