Terminators sobre monopatines
Hace ya más de un año tuve la oportunidad de escribir un artículo denominado Termitas en monopatín. El texto hacía referencia a toda la pibería de Santa Cruz de Tenerife que, tabla en mano (o en pie, mejor dicho) se dedicaba a ir destrozando el mobiliario urbano que con tanto esfuerzo pagamos los ciudadanos de nuestros impuestos. Pues bien, después de todo este tiempo la situación no solo permanece, sino que se ha agravado hasta extremos insospechados.
Esta legión de termitas, porque no merecen además otro nombre, no se conforma con la superficie habilitada al final de la prolongación de la calle Ramón y Cajal en confluencia con La Concordia o con haber usurpado al resto de personas la plaza que está entre dos centros comerciales, en plena avenida Tres de Mayo, sino que siguen campando a sus anchas por todas las vías capitalinas, en La Laguna, por la nueva vía del barranco de Santos, etcétera, etcétera.
Lo mejor de todo es que la Policía Local lo tiene bien fácil, colocar señales en las que se prohíbe esta especie de deporte ‘destroyer’. El Consistorio de Santa Cruz de Tenerife tuvo que hacerlo en la plaza Weyler, Ángel Guimerá y en la plaza Isla de La Madera, frente al Teatro Guimerá, porque el pavimento, recién remozadito, acabó siendo pasto de estos destrozones sobre ruedas y, como reza la sentencia popular, “dile algo”.
Los agentes de Hilario Rodríguez conocen el hartazgo de los vecinos de la plaza de Tomé Cano, llamada también de Los Sabandeños, con esta plaga de patinadores, pero no hacen absolutamente nada. Hay días que desde el mediodía hasta altas horas de la noche están estos pibes rompiendo no sólo el suelo y los bancos, sino que además, con el ruido continuo que hacen, revientan el descanso de los vecinos y, por si esto no fuese poco, también acaban trayéndose el equipo de música para ambientar su peculiar espectáculo.
Y claro, cuando a esta pandilla le permites y le das carta blanca para que siga rompiendo lo que es de todos, luego no nos podemos extrañar que en plena Rambla de Santa Cruz, con esculturas de artistas de raigambre internacional, como El Guerrero de Henry Moore, acaben destrozadas, golpeadas, abolladas y hasta pintorrojeadas por culpa ya no sólo de estas termitas, sino de una autoridad municipal a la que no le importan que le destrocen su patrimonio. Eso sí, Zerolo y los suyos se cuidan mucho de que estos alborotadores sobre ruedas vayan a la Casa de los Dragos a montar allí su escenografía.
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Máximo Medina -