Con la muerte de Seve, se nos va una institución
Ha fallecido un mito del deporte mundial porque Severiano Ballesteros no ha sido patrimonio de España, sino de todo el planeta, en especial en el ámbito anglosajón, donde era considerado toda una institución, a pesar de que sus últimos años de profesional, por mor de una lesión crónica en la espalda, no hizo honor al prestigio conseguido desde los finales de los años 70, pero es que era tal el ascendente que tuvo en el universo golfista que, pese a que en muchos torneos no pasaba los cortes, era una referencia inevitable y además cualquier cita que se preciase de contar con un cartel de lujo reclamaba la presencia del de Pedreña.
Ganador de dos Másters de Augusta, tres Abiertos Británicos y cuatro Ryder Cup y Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, Ballesteros ha sido uno de los escasos valores representativos en el concierto internacional que tuvimos durante muchos años en España. Prácticamente, contando los Ángel Nieto y Sito Pons en motociclismo, los éxitos a nivel de clubes (fútbol y baloncesto) del Real Madrid y Barcelona, Perico Delgado en ciclismo o los Abascal o González, en atletismo, apenas teníamos ‘personalidades’ de raigambre. Ballesteros era ese valor sólido, una apuesta segura en nuestro deporte y quien comenzó a inculcar el gusanillo del golf en los españoles.
Gracias a este deportista, que ahora se ha marchado a abrir el campo de golf más grande del universo, repleto de agujeros negros, greens lácteos y recorridos celestiales, esta modalidad ha crecido en número de federados en España de una manera increíble. Cuando en los años 80 apenas habría 40.000 licencias, ahora se está cerca de las 350.000, lejos aún de las fichas del fútbol o de la caza, pero recortando terreno con el baloncesto. El golf es hoy el cuarto deporte en España en número de practicantes federados y la tendencia es seguir creciendo.
Pero, ¿por qué siempre ha interesado en determinados ámbitos mediáticos de España dar una imagen negativa de Severiano Ballesteros? Pues por algo muy simple, porque siempre ha sido muy celoso de su vida privada y nunca dio carta blanca a exclusivas del papel cuché. Todo lo que fuese para hablar de su oficio, perfecto, no había un no por respuesta, pero entendía, además en buena lid, que fuera de los campos de golf solo quería ser un ciudadano anónimo, sin dar pábulo de lo que hacía fuera de los campos. De hecho, por mucho que se quisiese rebuscar, este deportista jamás ha sido protagonista de ningún escándalo y hasta su separación fue llevada con la más exquisita de las discreciones.
En cambio, en el Reino Unido, paraíso de la prensa sensacionalista, la pleitesía que los medios le han dispensado a Ballesteros ha sido digna de encomio…y eso que no era británico. La lástima es que, como casi siempre, ha tenido que acontecer el fallecimiento para que empecemos a valorar en su justa medida y en su propia patria a una personalidad como ha sido este deportista, algo que tampoco es de extrañar porque aquí elevemos a los altares y a la categoría de princesas a la Belén Esteban de turno o al Paquirrín de saldo y esquina y en cambio ninguneamos a quienes han sabido vender con prestigio y calidad la imagen de España en el exterior.
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Lewis Rogers -