Apertura comercial...y de miras
Una semana de estancia en Madrid y ya encuentra uno diferencias sustanciales con respecto a vivir en las Islas Canarias. Por supuesto, distinciones que en un aspecto mejoran la vida de uno y en otro, evidentemente, te privan de ciertas ventajas que sólo se pueden gozar en esos pequeños y recónditos lugares, como la tranquilidad, el relax, la posibilidad de tener mar y montaña en un lapso temporal que se traduce en minutos, la cercanía y así un largo etcétera. Es incuestionable que como se vive en el Archipiélago canario se pueda encontrar el mismo marco en otros puntos de nuestra geografía patria, especialmente con ese clima maravilloso que se goza durante más de 300 días al año.
Sin embargo, a pesar de estos indudables beneficios, en las Islas, en las dos capitales, seguimos con la lacra, con el lastre de maltratar al turismo y a quienes viven permanentemente en esas urbes. Por ejemplo, un domingo en la capital de España es una delicia. Vas al centro y todo abierto, pero es que en este mes de junio, por ejemplo, hay tres domingos en las que todas las grandes superficies van a estar aperturadas para que todo aquel que desee comprar, lo haga y a fe, desde luego, que la gente no duda en darse un salto y adquirir aquello que precise.
A estas alturas, nadie pone en tela de juicio que el tejido comercial revitaliza la vida de las ciudades, que ayuda a que todos se beneficien de ese trasiego de habitantes y visitantes, que hay una algarabía digna de ser copiada por otros lugares, sin embargo parece que sólo es la Comunidad de Madrid la que, por el momento, parece llevar la iniciativa en este aspecto. Digo yo que algo tendrá el agua cuando la bendicen y el equipo gubernamental de Esperanza Aguirre, al contrario de lo que pasa con los cuatro caciques nacionalistas de nuestras Islas, da plena libertad a la iniciativa privada, a quienes verdaderamente contribuyen a la creación de empleo.
Un área comercial abierta es, a día de hoy, el pulmón y el corazón del cual se aprovechan un montón de negocios que crecen al socaire de los mismos. ¿Qué sería de esas terrazas, de esos bares, de esos restaurantes o de esas heladerías en el centro de la capital o en los barrios si un domingo estuviese todo chapado? Pues la ruina. Las nuevas necesidades y exigencias laborales, con jornadas que a veces ocupan también los sábados, han hecho casi obligatorio que copiemos el modelo estadounidense, que también se aplica en algunos países del Cono Sur, de abierto los 365 días al año. Creo que si el país que es motor principal de la economía mundial no se ha planteado cambiar de modelo, es porque el sistema funciona.
Por eso, desde esta modesta tribuna, invito a esos políticos isleños a que se desprendan de esa cortedad de miras, que dejen de retorcer la ley para beneficiar a cuatro comerciantes que no quieren trabajar un domingo, lo cual es lícito si llevas toda la semana al pie del cañón, pero tampoco desean que la competencia aproveche la circunstancia. En Madrid, comerciantes y consumidores están encantados con disponer de varios domingos al año para poder comprar y hacer caja. No estaría de más que se pudiese implantar ese modelo en otros puntos, ¿no?
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Máximo Medina -