¿Piratas del Caribe? No, de la SGAE
Expectación en torno a la sede de la SGAE. Allí estaba, a ver, uno, dos, tres…¡vaya, unos cuantos furgones de la Guardia Civil! Mi curiosidad se incrementaba por momentos. La chismografía instantánea alertaba de que se estaba buscando un emplazamiento para rodar la quinta parte de Piratas del Caribe, pero cuando el panorama se fue clareando enseguida me caí del guindo. No estaban visualizando la sede como futuro escenario de otra cinta de Hollywood, pero sí que estaban buscando a un pirata, y no precisamente el de la pata de palo de Joaquín Sabina, sino a un canario flauta que se hace llamar Teddy Bautista.
Y es que, aunque manteniendo como suele hacerse en estos casos la presunción de inocencia, la SGAE está sufriendo en sus carnes la persecución a la que ha sometido a muchas personas anónimas, colando detectives en actos íntimos, en bodas, bautizos, comuniones, en actos benéficos, llevándose la pasta de conciertos en los que se pretendía recaudar para una causa justa como cualquier catástrofe natural que ha asolado una parte de nuestro planeta, etcétera.
El ente de Bautista, que inicialmente comenzó como una buena idea, ha ido ganando competencias, con la anuencia de un Gobierno zapateril incapaz de ponerle freno a la ambición del isleño. Al final, todo el dinero que anualmente se facturaba era escaso y el colmo de todo fue tratarnos a los consumidores como presuntos delincuentes con el cobro del canon. Te comprabas un móvil, canon que te meto por si te descargas un politono de forma ilícita; que te comprabas unos CDs, canon que te meto por si te vienen las ganas de delinquir haciendo las veces de top-mantero o si te comprabas un ordenador con conexión a internet, pues más canon, oiga, que seguro que te pones a navegar para bajarte música, películas y series por la pata patillera y eso no puede ser.
Por supuesto, quienes más tristes han de estar con la detención de Bautista y el registro en la SGAE han de ser todos esos artistas de la pijo progresía, esos elementos que no se conforman con sus amplios ingresos, sino que, como aquellos usureros del Renacimiento, son capaces de rapiñar hasta las raspaduras de esas monedas de oro. Se ha abusado en exceso del mito de la gallina de los huevos de oro y han tocado tantas cosas que, aunque están repletos del dorado metal, ahora ya no saben qué más recaudar para seguir alimentando su voracidad.
Veremos a ver qué sucede en los próximos días, pero resulta evidente que a nadie le registran así como así, sobre todo cuando ha habido tanta ganancia de por medio y, lo más importante, la sombra de una duda enorme sobre la moralidad de esos pornográfico beneficios, en determinadas ocasiones fruto de actos solidarios, que es como aquellos bancos que se volcaban con una campaña para reconstruir un país equis y resulta que luego la propia entidad te cobraba una comisión por esa operación. Lamentable y, sobre todo, muy indigno.
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Máximo Medina -