La vieja guardia toma Málaga
Algo gordo se cocía. Desde temprana hora, cuando apenas los primeros rayos de sol rompían al alba, los hombres de Harrelson se apostaban en el exterior del Palacio de Ferias y Congresos de Málaga. Sí, hoy era el día en el que quien será previsiblemente nuevo presidente del Gobierno de España debía exponer sus líneas maestras, su plan para luchar denodadamente contra la crisis y, entre líneas, saber también cuántos serán los elegidos para estar a su vera porque muchos son los candidatos y muy pocos los puestos, de hecho será la legislatura con menos cargos a repartir.
Desde luego a Mariano Rajoy le queda un trabajo bíblico por delante, pero no será por falta de apoyos populares (nunca mejor dicho). Y es que después del caos del jueves, donde muchos se quedaron fuera del gran salón de actos, la organización modificó la estancia para que cupieran, a ojo de buen cubero, más de 10.000 personas que se dieron cita desde bien temprano. Como en los tiempos del cristianismo antiguo, esta especie de sermón de la montaña congregó a muchos militantes y simpatizantes desde poco más de las 8 de la mañana, ¡¡¡tres horas y media antes de que empezase la clausura!!!
Le piden, le reclaman y le exigen milagros a Mariano Rajoy y, de momento, ya puede atribuirse el primero, la pacificación, al menos por el momento, del PP. La capital malacitana vivió el milagro de la reconciliación de dos sectores del PP, de los aznaristas y de los marianistas. Tras la fractura en el año 2008, cuando salieron tarifando muchos de los nombres que habían estado con Aznar y al lado de Rajoy en la primera legislatura, a 44 días de las elecciones se produjo ese reencuentro, incluso con la sorpresa añadida de ver en un lugar de honor al actual presidente de Bankia, Rodrigo Rato, el hombre de los números y que, evidentemente, disparó las especulaciones sobre una inclusión en el gabinete del Gobierno del PP.
De hecho, en sus primeros agradecimientos, el ex ministro de Economía fue referencia obligada. De todos es sabido que Rato ya ha expresado su intención de permanecer al frente de la entidad bancaria, pero tampoco hay que eludir el hecho de que si algo caracteriza a la política es, precisamente, su poder hipnotizante y no habría que descartar que Rato se replantease su decisión. Además, el hecho de darse un baño de popularidad y sobre todo de focos no resulta baladí, si bien quien tenga que asumir la cartera de Economía va a tener que resolver un sudoku casi tan complejo como el que tendrá el responsable del área de Empleo.
Rajoy, eso sí, apostó por un discurso cargado de sentido común, sin arriesgarse con promesas que luego no pueda cumplir. Y es que, al contrario que otros líderes a los que les pone eso de que la audiencia te aclame, te jalee o te pida que des caña al adversario, el presidente del PP volvió a demostrar que no es amigo de grandes alharacas, que opta por seguir una línea argumental que le hace escasamente mitinero, algo que llevará de cabeza a sus asesores de campaña, pero que evidentemente, a estas alturas, ya no va a cambiar, por mucho que le griten varias veces el manido "presidente, presidente" o "oa, oa, oa, Mariano a la Moncloa".
Además, como cuenta más de un notable dirigente, tal y como van las encuestas, ¿para qué cambiar a estas alturas si la fórmula da resultado? Y es que al mismo tiempo que en Málaga se vivía una fiesta, en Ferraz y locales asociados en otros puntos de España volaban los cuchillos y puñales por la confección de las listas y eso rápidamente comenzó a twittearse y retwittearse entre la cream de la cream popular. Por eso muchos abogan por no tocar lo que funciona...o no, Mariano Rajoy dixit.
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Máximo Medina -