Ahorra, Botella, ahorra
Perpetrada la estafa a los madrileños, es decir la huida de Alberto Ruiz Gallardón al Ministerio de Justicia, pese a que sólo hace medio año los votantes le renovaban la confianza al frente del Consistorio de la capital de España, ahora se nos presenta la señora Ana Botella como primera alcaldesa que tendrá Madrid. Será el 27 de diciembre (un día antes del Día de los Inocentes, que hubiese tenido su guasa haber hecho el pleno justo en esa jornada) y desde ese momento tendrá el bastón de mando, pero desde luego no será para hacer lo que quiera, sino lo que el pueblo le exija y en verdad los ciudadanos de la Villa y Corte así se lo recordaremos a diario. Parece mucho tiempo, pero 2015 está a la vuelta de la esquina (y mucho más cuando estás en política, que el cargo dura menos que un caramelo a la puerta de un colegio).
Para empezar, los que los madrileños vamos a pedirle a esta señora alcaldesa in pectore es que venga con las tijeras en todo aquello que no es preciso para el buen devenir de las arcas económicas. Para empezar, el Palacio-Pirámide de Cibeles. Fuera, pero ya. Ese espacio debe dedicarse a otras cosas, que lo coja una empresa que sepa gestionar su arquitectura e interior, pero los ciudadanos no podemos permitirnos tener una mole que sale por un pico y todo por la megalomanía del anterior inquilino de la Alcaldía. La solución es más que evidente, volver a la antigua sede, un edificio pequeño, pero coqueto. Por mucho Madrid que se sea, no estamos para gastos innecesarios.
Otro punto importante, lo de ser ciudad olímpica. Nada, ya nos han dicho dos veces que no y Madrid no está para volver a experimentar otro rechazo que, indudablemente, vendrá de un gasto suntuoso y suntuario. Está claro que lo de 2016 fue un capricho de Gallardón porque el COI pasó olímpicamente de nosotros. Dicen algunos expertos que 2020 puede ser la fecha en la que nos otorgasen los Juegos, pero eso tiene el mismo fundamente científico que creer que Belén Esteban va a optar al Premio Nóbel de Física Cuántica.
En definitiva, la señora Botella tiene que quedarse con las políticas buenas de Gallardón que, no obstante, ha hecho de Madrid una ciudad maravillosa, a pesar de las cuantiosas y eternas obras que hemos tenido que sufrir. Y, por supuesto, nada de coches oficiales, ni actos protocolarios ni peluquerías. Los madrileños tenemos un maravilloso transporte público que deben de empezar a usar los políticos. Al final, ahorrando en lo grande y en el chocolate del loro acabarán saliendo las cuentas y sobre todo cuadrando.
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Máximo Medina -