Silencios marianos
Hace falta que, urgentemente, alguien le diga a Mariano Rajoy (valdría cualquiera de sus asesores) que deje de actuar, comunicativamente hablando, como solía en Génova 13, es decir, tratando de esquivar todas las ruedas de prensa habidas y por haber, a mantener la boquita cerrada y esperar a que fuese el equipo gubernamental de Zapatero el que hablase y siguiese hundiendo a la formación de Ferraz hasta llegar al resultado por todos conocido de los casi cinco millones de votos perdidos con relación a 2008. Esa técnica del mudito le vino muy bien, pero ahora se acabó la plácida bajada del puerto y hay que afrontar un Tourmalet enorme y el líder del PP, hoy ya investido presidente del Gobierno, no puede escudarse en sus gregarios. Toca dar la cara y toca hacerlo ya. De hecho, ayer ya era tarde.
Y es que, según nos anunciaba en rueda de prensa la señora Soraya Sáenz de Santamaría, Mariano Rajoy ni está ni se le espera para antes del 30 de enero (incluso se especula con que no será hasta primeros de febrero) cuando empieza a desgranar punto por punto los brutales recortes a los que nos hemos visto sometidos, entre ellos el de una subida de impuestos que, para no varias, nos acaba tocando el bolsillo a las clases productivas, es decir, a quienes vivimos de un salario más o menos decente, pero que no tendríamos que pagar esa fiesta del derroche de los dirigentes salientes.
Sin embargo, independientemente del tijeretazo, lo que queremos los ciudadanos es que se nos dé cumplida cuenta de esas medidas extraordinarias y que sea el propio Rajoy quien dé la cara ante todos los españoles. Como bien expresaba un compañero de profesión hace unos días, quizá si hubiese ofrecido en persona las explicaciones, no mandando a la primera línea bélica a Luis de Guindos y Sáenz de Santamaría, posiblemente hubiésemos entendido la medida, si además ésta se argumenta con datos en la mano, porque no olvidemos que la señora Salgado insistió y persistió en que nuestro déficit sería de un 6%, no del 8% como finalmente se ha venido a demostrar.
Lo que sucede, y esta es una tesis que vengo manteniendo desde hace mucho tiempo, es que el aparato de comunicación de Mariano Rajoy no es que sea malo, sino pésimo en todos sus extremos. A ver, a estas alturas de la película el presidente no puede emplear la táctica del avestruz. Habrá que enfrentarse a las situaciones, máxime cuando ésta no ha venido sobrevenida por sus acciones. Pero, si ahora actúa así, mejor no pensar qué puede pasar dentro de un año. Y es que entre el político que tiene alergia a los micrófonos y quienes le llevan la comunicación, lo cierto es que las explicaciones que todos esperamos quedan perpetuamente castradas (y sí que va con segundas).
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Máximo Medina -