El Supremo tiene la palabra
Ha causado un hondo cabreo entre sectores de la progresía española la decisión de que Baltasar Garzón sea juzgado en el Supremo, entre otras razones, por su capricho de buscar restos de los represaliados del franquismo o exigir el certificado de defunción de Franco. Sí, el argumento de los Bardem, Llamazares, Lara o Chacón es que parece mentira que al final sea el juez quien purgue culpas mientras gente como Fraga se ha ido en vida sin condenar las atrocidades cometidas por Paco.
A ver, vayamos por partes. Aquí aún tenemos a un acreditado personaje como Santiago Carrillo que actuó de forma sangrienta en las matanzas de Paracuellos. Este político tiene unas responsabilidades no depuradas, pero ya prescritas y además se le ha paseado por media España como el brazo incorrupto de Santa Teresa, con Premio Honoris Causa entre otros galardones. Al líder comunista lo ha tenido Garzón a tiro de piedra para encausarle, pero quizá no le era atractivo a sus investigaciones.
De todas maneras, todos sabemos que a Garzón no lo lleva al banquillo su parcialidad guerra civilista y anti franquista. Lo que hace que le empapelen son sus cuestionables métodos, escuchas a abogados en las cárceles para acometer sus investigaciones, supuestos tratos de favor a determinado banquero para que eluda la cárcel a cambio, eso sí, de que supuestamente se le abonasen ciertas cantidades para costear su estancia neyorquina.
Por todo ello, este magistrado ha de dar cumplida cuenta en los tribunales y estos decidir y deliberar qué responsabilidad ha tenido en los hechos por los que se le juzga. Que aquí algunos son muy de sentenciar a los Gómez de Liaño, pero en cambio a Garzón que no se lo toquen.
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Máximo Medina -
José Jiménez Almeida -