Ciudad Real...aeropuerto fantasma
El Aeropuerto de Ciudad Real echa el cierre. Definitivamente, el aeródromo castellano manchego queda clausurado para toda clase de vuelos después de que el juzgado que estaba llevando el concurso de acreedores dictaminase que la instalación quedase ya sin uso, algo que en realidad venía dándose desde hace muchos meses, salvo alguna que otra avioneta que aterrizaba por esos lares. Han sido miles de millones los despilfarrados en un aeropuerto que desde el primer momento se hizo para mayor gloria del dúo corchopán, es decir José Bono y José María Barreda, pero nunca con el empeño, el objetivo o la finalidad de prestar un servicio público. Estas cosas funcionan así, uno inaugura un macroedificio o una macroinfraestructura, se hace las fotos de rigor y luego nada quiere saber de la cosa en sí si su utilidad es cero.
El problema del aeropuerto de Ciudad Real, pese a ser privado, es que costó demasiado dinero público, un exceso sin parangón, un derroche de proporciones y dimensiones bíblicas. Se vendió, pásmense ustedes, como el segundo aeropuerto de Madrid, con una conexión relativamente cercana al AVE que une ambas capitales. Pero, una vez abierta en 2006 la T4 de Barajas, la congestión aérea de la que siempre se había hablado en la capital de España acababa por verse aliviada someramente. Ya no era tan necesaria tener una sucursal a aérea a unos 150-200 km de Madrid y a una hora de distancia en el tren de Alta Velocidad.
Desgraciadamente, como el caso de Ciudad Real, y no es la primera vez que reflexiono sobre el particular, España está trufada de demasiadas veleidades de este tipo. En la propia región manchega está el caso de Albacete, un aeropuerto donde siquiera llega el transporte público porque, precisamente, tampoco hay vuelos que atender, salvo alguna frecuencia por ahí perdida, pero nada más. Pero vamos, que el mapa español de norte a sur, de este a oeste y en las propias islas está plagado de auténticos despropósitos (La Gomera, La Rioja, La Coruña, León, Salamanca, Castellón, Huesca, Almería, Lleida, Girona, Badajoz ).
Al final, todo esto responde a un patrón evidente, que hay políticos demasiado megalómanos, dirigentes con ansias de pasar a la posteridad dejando construida la pirámide más grande y que luego sean los herederos quienes carguen con el peso (económico) de sus caprichos. Y es que mientras se entierran o se mandan al estercolero miles de millones, por otro lado hay necesidades básicas que se quedan sin cubrir, alguien que no tiene nada que llevarse a la boca o alguien que se muere porque no hay suficientes recursos para salvarle la vida. Pero claro, ayudar a los menos pudientes parece dar menos votos y, sobre todo, no da fotos de portada, que es lo que sucede con esta casta política que, salvo excepciones, enseguida procura levantar los pies del suelo y perder el contacto con la realidad.
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