MAFO y similares
Me gusta que se cumpla la ley y si ésta dice que es completamente lícito que el ex gobernador del Banco de España perciba durante dos años un sueldo de 11.000 euros mensuales, lo que da la bonita cifra de 264.000 euros hasta mediados de 2014, me tengo que envainar mis argumentos sobre la ilegalidad o la injusticia de esta dádiva, pero no se puede uno, por lo menos, dejar de manifestar en torno a la oportunidad o a lo moral que puede ser esa percepción, sobre todo cuando el mandato del inquilino de esta institución reguladora ha dejado bastante que desear.
Y es que Miguel Ángel Fernández Ordóñez se marcha con unas cantidades que para sí las quisiéramos muchos (salvo Carlos Dívar, al que igual no le parecen lujosas). Sí, la ley, la que hacen nuestros políticos, indica claramente que eso es así, que está perfectamente instituido que han de ganar el 80% de lo que percibían mientras estaban en sus mullidos sillones dentro de unos despachos de maderas nobles. Y así hasta 24 meses, salvo que encuentren una ocupación que les impida, entonces, seguir percibiendo esa propina de 11.000 euros mensuales.
Seguro que muchos de ustedes ni nos molestaríamos en buscar en demasía, no vaya a ser que de repente, por unos cientos euros de más, tuviéramos que madrugar para acudir a trabajar. A casi nadie le caen así como así 11.000 euros por no hacer nada, salvo a MAFO. Lo que sucede, paradójicamente, es que a todos estos cargos que demuestran su ineficacia contante y sonante es que luego acaban encontrando chollos aún mayores y, entonces, no les duelen prendas en renunciar a esa cantidad. Ejemplos tenemos a porrillo, Aznar, González, Zaplana, Corcuera, Solana, Boyer, Rato
todos, indefectiblemente, acaban renunciando a lo que por ley les corresponde para cobrar, por supuesto, mucho más.
Esta es la España que tenemos, una nación en la que nadie es responsable de nadie, en la que da igual que las hemerotecas rescaten las mentiras de unos y otros. Aquí nadie da un paso al frente ni renuncia a sus privilegios. Normal será que dentro de cuatro años, ante unas nuevas elecciones, acaben por no ir a votar más que los políticos y alguno de sus familiares. El resto de los ciudadanos, viendo este panorama, haremos nuestro propio referéndum, es decir, si pasar el día en el monte o en la playa.
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Máximo Medina -