Deserción
¿Qué está sucediendo con el baloncesto femenino en Canarias? De unos años a esta parte, coincidiendo precisamente con los éxitos de los equipos masculinos, el Gran Canaria, ya muchos años asentado en la ACB, o el retorno del mítico Canarias, las formaciones femeninas parecen haber caído en un ostracismo a nivel profesional que asusta y eso que en el Archipiélago hemos tenido más que motivos de orgullo para sentirnos satisfechos de las actuaciones de conjuntos como el Sandra Gran Canaria o el Cepsa Tenerife, verdaderos emblemas que dejaban muy alto el pabellón de nuestro basket regional en España y en Europa.
Es verdad que los medios de comunicación tenemos mucha culpa en este olvido de un deporte que tantas alegrías y títulos ha deparado para estas benditas tierras. Y es que hay una costumbre, un vicio, en repetir patrones de conducta informativa. Aquí parece que sólo interesa seguir al que gana, pero si encima hablamos de deporte femenino y los representantes ya no pueden ofrecer los resultados de antaño, entonces la deserción es masiva. Cosa curiosa, en cambio, que no pasa tanto con el deporte masculino aun cuando los fracasos superan a los éxitos.
Seré muy claro con un ejemplo, cuando en la España de finales de los años 80 despuntaba en tenis una jovencita llamada Arancha Sánchez Vicario, todo el mundo empezó a volcarse con ella por el simple hecho de que ganaba torneos a mansalva y a la que luego se unió Conchita Martínez. Entonces los chicos estaban a un nivel inferior hasta que empezaron a salir los Bruguera, Berasategui, Costa, Corretja, Moya y así hasta llegar a Nadal. Y justo desde el momento de la retirada de las dos estrellas femeninas de tenis español, todo el foco de atención se ha centrado en exclusiva en los chicos. Ya no atendemos a las nuevas promesas femeninas que puedan surgir. No interesan mediáticamente.
Pues con el baloncesto femenino parece suceder tres cuartas partes de lo mismo. Canarias ha sido cuna de grandes baloncestistas como Nieves Anula, Lidia Mirchandani, Rosi Sánchez, Lourdes Peláez, Eva Montesdeoca, María Oranda Rodríguez, Laura Herrera o Patricia Hernández y ahora, en cambio, como no hay una generación que sea capaz de llegar a la élite o, mejor dicho, a la que no se le ponen las mismas facilidades que a sus compañeros masculinos, su carrera acaba en una vida pseudoprofesional o teniendo que hacer las maletas rumbo a otras latitudes.
Y eso por no decir como, por ejemplo, el Pabellón Municipal de Santa Cruz de Tenerife congregaba a más de 3.000 fieles para presenciar los grandes encuentros del Cepsa Tenerife, pero cuando vinieron las vacas flacas a veces iban familiares y amigos de las jugadoras y pare usted de contar (y para eso algún genio decidió que mejor pasaban a las chicas a jugar a la entonces caja de zapatos del Paco Álvarez). En cambio, vean las ayudas que ha tenido el baloncesto masculino en la isla, para el que incluso se edificó un gran pabellón (en tierra de nadie, eso sí). Es evidente que hay cuestiones que no se miden por el mismo rasero.
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Lewis Rogers -