Al éxito por la constancia
La constancia, la persistencia, el ensayo y el entrenamiento son la clave del éxito para cualquier meta que nos propongamos alcanzar. Nada en esta vida es gratis y mucho menos lo es el éxito. Nadie llega a la cúspide por casualidad y, de hacerlo por prácticas fraudulentas, ahí tenemos a Lance Armstrong, tarde o temprano se acaba descubriendo el pastel y el tramposo tendrá que pagar con el desprecio social unos triunfos trufados de química o de otro tipo de prácticas que, evidentemente, tampoco pueden pasar el filtro de la honradez.
No hay deporte en el que la genética lo sea todo. Uno puede tener, gracias a la naturaleza, un físico portentoso, pero si al final no hay un trabajo detrás, un empeño diario en mejorar, al final de nada sirve tener una planta espectacular. Todo requiere de una labor denodada, sin focos que deslumbren al protagonista, horas duras, jornadas maratonianos, repeticiones hasta la extenuación de determinados ejercicios. Todo con tal de llegar a adquirir ese plus que hace la diferencia para ser el mejor o para estar entre los mejores.
Y si hay deportes que realmente requieren un sacrificio al que pocos están dispuestos a entregarse son la gimnasia rítmica o la natación sincronizada. ¿A cuánto tienen que renunciar nuestras gimnastas o nadadoras para poder campeona posteriormente en las grandes competiciones? A todo, absolutamente a todo. Son chicas que tienen que dar el 100% cada minuto de su vida porque saben que sólo por ahí se llega al éxito. Podemos convenir que a veces, visto desde fuera, los entrenamientos y las concentraciones, pueden llegar a ser regímenes cuasi carcelarios, pero es que no hay otra manera para conseguir despuntar en las grandes citas internacionales, los europeos, los mundiales o los Juegos Olímpicos.
Hay deportes, reconozcámoslo, más livianos y más despegados en esto del esfuerzo, tal vez el fútbol, el baloncesto, etcétera, pero también hay que exponer que eso va dentro de cada persona. El desaparecido Drazen Petrovic se quedaba, invariablemente, después de cada entrenamiento a disparar 500 veces a canasta porque necesitaba perfeccionar su disparo. Huelga decir que observando vídeos de la época queda claro por qué apenas fallaba sus lanzamientos al aro y acabó siendo un jugador valoradísimo en la NBA hasta su triste y desgraciada desaparición.
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Lewis Rogers -