Entre bambalinas
Dicen, por lo general, que la televisión es espectáculo y a fe que lo es, pero también es un trabajo perfectamente sincronizado donde no puede fallar absolutamente nada. Todo lo que vemos cómodamente desde el sofá de nuestros cálidos hogares, un producto perfectamente preparado para el consumo del espectador conlleva unas horas de trabajo que ustedes y yo mismo pensaríamos que serían una exageración.
Pero no, queridos amigos. De exageración nada, ni medio miligramo. Es más, la tensión de los momentos previos se puede palpar en cualquier rincón del plató. Es lo que tiene el directo, nada puede quedar a la improvisación porque el más mínimo error mata por entero al presentador del programa, por muy experimentado que sea éste y ya vimos hace unos cuantos años como el aparentemente calmado Matías Prats estallaba de ira en TVE cuando emitieron por dos veces un vídeo equivocado y acabó diciendo aquello tan famoso de "¿pero esto qué es?" (aderezado de algún taco referido a cierta parte de la anatomía femenina).
Uno, a pesar de llevar ya algún tiempo en esta bendita profesión de contar cosas, nunca había tenido la oportunidad de presenciar in situ como se prepara un programa, ver los entresijos que hay de ese espacio que diariamente vemos en nuestra casa o en el periódico. Junto con mi compañero Roberto Marbán nos desplazamos a cubrir una entrevista a ’Los Manolos’ de Cuatro, Manolo Lama y Manu Carreño, y luego tuvimos la ocasión de grabar los minutos previos al arranque del informativo deportivo.
Ser profano en la materia piensa que esto de presentar no requiere más cosa que tener un guión más o menos ocurrente, buscar unas imágenes que imparten y ceñirte al tiempo que te dan para no quitarle nada al siguiente programa, debate o serie (eso en la tele y en la radio es sagrado, un segundo de más o de menos puede suponer un perfecto enfado de los altos directivos porque creen que el espectador puede cambiar de canal). Sin embargo, la preparación es mucho más profusa, hay que repasar todo hasta el más mínimo detalle, que todo lleve una coherencia e incluso los textos cronometrados a la milésima.
Hay tensión, incluso desde fuera podría parecer que hasta hay mal rollo de los presentadores con el equipo, pero nada de eso. Es un lenguaje que hay que entender, no hay tiempo que perder ni formas diplomáticas con las que desperdiciar unos segundos preciosos. Quien crea que un grito es algo personal en la televisión está sumamente equivocado y todos los entienden a la perfección. Al fin y al cabo es como cuando un entrenador de fútbol o de baloncesto se desgañita, pero es la manera más directa de hacerle entender a su jugador que debe corregir una posición o fijar mejor la marca, no se va a poner en plan corte Luis XVI con reverencias para que entienda que tiene que enmendar su error. Pues en la televisión, tres cuartas partes de lo mismo.
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